sábado, 12 de diciembre de 2009

Análisis a fondo: La guerra contra "El mal": autoengaño

ANÁLISIS A FONDO: LA GUERA CONTRA “EL MAL”: AUTOENGAÑO


10-12-09 (PARA LAS EDUCIONES DEL VIERNES 11 DE DICIEMBRE)

por FRANCISCO GÓMEZ MAZA

Después de B. Obama, quién querrá el Nobel

La guerra: reacción irracional de los políticos

En la entrega del Premio Nobel de la “Paz” (de los sepulcros), Barack Hussein Obama – el guerrerista premiado por los barones que administran los fondos del inventor de la dinamita, Alfred Nobel -, justificó la guerra contra “el mal”. El “mal”, por si alguien no lo sabe, es todo aquello que se opone o atenta contra los intereses de los Estados Unidos de Norteamérica, que al tiempo inventan muchas guerras para aumentar sus márgenes de ganancia mediante la venta de armas convencionales y de destrucción masiva. Premiado con un premio de la paz, el guerrerista presidente del Leviatán imperial quedó muy mal parado ante el mundo con su discurso en la ceremonia donde lo ungieron como luchador por “la paz”, diciendo que hay guerras “necesarias”, obviamente refiriéndose a la destrucción y genocidio que sigue atizando contra el pueblo de Afganistán, porque los comunistas son los “malos”, y los “capitalistas” de Wall Street, o de Virginia, son los “buenos”. Y los defensores de la libertad son las tropas estadounidenses. Y los perversos son los soldados que luchan contra gobiernos corruptos y peleles como el que impusieron los estadounidenses en ese pueblo sufriente que es el afgano.
Alfred Nobel también hizo mucho por la paz de los sepulcros. Nada más inventó la dinamita y otros medios de destrucción masiva. Sólo que al pobrecito de Alfred lo cogió la culpabilidad, hija del deseo, de la codicia, del miedo. Del deseo de irse al paraíso y quizá no poder entrar en él. Y del miedo de irse al infierno por haber asesinado a tanta gente en los campos de batalla. Tanta fue su ambición y tanto su miedo, que el tal Alfred, que con sus armas de muerte acumuló una enorme riqueza, gracias a su deseo y su miedo y, al tiempo, por su complejo de culpabilidad por el mal y la destrucción que sus inventos causaron a la Humanidad, legó la mayor parte (¿la mayor parte?) de su fortuna a una sociedad filantrópica –la Fundación Nobel–, creada en 1900 con el encargo de otorgar una serie de premios anuales a las personas que “más hubieran hecho en beneficio de la Humanidad”, en los terrenos de la física, química, medicina o fisiología, literatura y la paz mundial -.

El individuo, generalmente, enjuicia y actúa movido por la codicia y al miedo, dos caras de la misma moneda. La codicia es obvia. Quiere lo que no posee y sí posee el otro. El miedo, para él, es – como dice el Anónimo – una hebra maligna y corrosiva, que va entrecruzada con la trama de su existencia. El miedo es, sin duda, un obstáculo para la razón y para el amor y, por supuesto, instiga la ira, la vanagloria y la agresión. Y, como a Alfred Nobel, sirve de base a la culpa sensiblera y a la depresión paralizadora. (El presidente Roosevelt, por cierto, dijo alguna vez que “lo único que debemos temer es el miedo mismo”). Pero los políticos ahogados de codicia y de miedo – hacen la guerra. Y la hacen por dos motivos: para combatir y acabar con “el mal” del que hablamos más arriba de este texto. Y para alimentar la industria de las armas, y las ganancias de los poderosos. Para defender las rutas del narcotráfico, como en la guerra de Kosovo. Para apoderarse de las regiones más preñadas de recursos no renovables como las piedras preciosas o el petróleo y el gas natural. Por tanto, Obama y cualquier político que justifique la guerra pecan de ingenuidad, si no es que piensan y actúan a la Mr. Hyde, con la manipulación, la administración de la perversidad; que eso es la política: la administración de la perversidad. Pero hay que decirlo: No hay guerras justas, no hay guerras santas – como pregonan los dirigentes musulmanes -, y menos hay guerras necesarias, como la invasión de Irak o la actual de Afganistán. Y menos hay guerras justificadas, como las justifica la perversa mente del presidente Obama, “Premio Nobel de la Paz 2009”. Ninguna guerra es santa. Toda guerra es producto del egoísmo, del deseo, .de la ambición, de la codicia, del miedo. Un clavo no saca a otro clavo. Al salir el otro clavo queda en el madero otro clavo, y así, en una cadena sin fin de destrucción, de sangre y de muerte. Cuántos muertos habrá costado este año el Nobel de la Paz. Ah, pero son muertos malos. Son muertos enemigos del Imperio, que éste sí es “bueno”, como en las series de la televisión estadounidense.

Tampoco las guerras contra la delincuencia organizada y el narcotráfico son santas; tampoco son necesarias; tampoco están justificadas. Ninguna guerra tiene futuro. En ninguna guerra, ni en las convencionales, ni en las que se libran contra las bandas criminales, hay ganadores. Nunca lo ha habido desde que Caín mató a su hermano Abel, de acuerdo con esa sabia leyenda bíblica. Y Caín mató porque estaba iracundo. Porque hervían en su corazón la codicia insatisfecha y sentía miedo, ya que, de acuerdo con el cuento, Abel era mejor que él, y era más grato a los ojos de la divinidad. Con la violencia no se acabará el narcotráfico. Habrá miles de muertos, de ejecutados, de decapitados, de muertes de personas inocentes, de policías, de tropas. Y sólo eso. Las bandas criminales seguirán actuando incluso al amparo de altas autoridades corruptas e impunes. Y ya podrán meter a cien mil traficantes de drogas a la cárcel, que los jueces les dictarán su libertad porque no encontrarán pruebas suficientes para condenarlos. Y el “mal” de la subversión revolucionaria, del comunismo, de la lucha por la liberación de los pueblos, no se acabará ni con colgar en el patíbulo a muchos Sadanes Husseines, o coger, por fin, al escurridizo Osama Bin Laden, porque desde Vietnam, con su triunfo sobre las fuerzas del “bien”, se ha reproducido los Vietnames. Y así se reproducirán los Osamas Bines Ládenes. Así que, amigos, no crean más en el Nobel. Es una vergüenza aceparlo. Su desprestigio ahora es mayúsculo. Mejor que la Fundación Nobel dedique sus pingües recursos a hacer la guerra. Ésta le sería más productiva y sus miembros vivirían mejor que el hombre más rico del mundo.
Fuente:
http://analisisafondo.blogspot.com/2009_12_10_archive.html
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