miércoles, 23 de marzo de 2011

La intimidad.


En la revista VALORS, que se publica en la ciudad de Mataró (Barcelona), escribí un artículo que considero adecuado para ATRIO, para darlo a conocer más ampliamente. Mento la revista porque es un hecho o fenómeno de cómo revistas hechas por personas jóvenes son bien acogidas ya que responden a situaciones culturales de la actualidad.

El diccionario de la Lengua Castellana nos da diferentes acepciones de la palabra íntimo. Así, lo más interior o íntimo. Como a la amistad muy estrecha y al amigo muy querido y de gran confianza. Y por último lo perteneciente o relativo a la intimidad. Y todo cuando es una reflexión sobre lo íntimo, tenemos la intimidad y el DLC nos lo detalla como zona espiritual íntima y reservada de una persona.

Entonces creo que podemos diferenciar entre Todo aquello que es íntimo es personal, pero no todo lo personal es íntimo. Hoy en día con la protección de datos hay una cierta confusión de los dos aspectos. Los datos personales no son intimidad, Es preciso, ciertamente, la protección de los datos personales. La intimidad es preciso buscarla, protegerla, cultivarla en uno mismo. Y sobre todo, tenerla. Por eso he indicado el aspecto de los términos para que cada uno tenga que buscar aquella palabra que le vaya mejor para esta realidad íntima que es intransferible. Los DLC no agotan ni los términos ni el contenido de los mismos. La realidad es mucho más que las palabras.

Pues bien, la intimidad es una necesidad para poder vivir en toda persona. Pero no es así en la realidad. Todo ser humano tiene que poder gozar de un espacio físico, exterior, que le permita poder centrarse en sí mismo. Y no únicamente a nivel personal sino también comunitario. Aquel lugar, por ejemplo, sagrado del pueblo de Israel donde se colocaba el Arca de la Alianza y lo llamaban sancta sanctorum. Esta sancta sanctorum es el lugar que permite intimar con uno mismo. Aquel rinconcillo de casa donde se le da esta importancia. O aquel lugar público.

Pero también es cierto que aunque haya este espacio físico, lo que se precisa que este espacio esté también en nuestro interior. Nuestro rinconcito interior. Un espacio mental. Un espacio donde se pueda pensar consigo mismo, por sí mismo y para sí mismo. No caigamos en el error de llamar a esto egoísmo. Es egoico, sí, pero no egoísta. Por lo tanto, necesario, imprescindible, básico, vital. De lo contrario, no habrá crecimiento humano, madurez emocional, profundidad interior o espiritualidad. No únicamente a nivel individual, sino también universal, cósmico.

Espacio mental, interior humano. Ni emocional o afectivo, ni espiritual o religioso. Sencillamente humano. Esta intimidad que permite vislumbrar horizontes de profundidad o altura e indicaba que es egoico versus el egoísmo., Por lo tanto, esta intimidad es contagiosa, radial e irradiante. Es un compartir silenciosamente, pero al mismo tiempo activamente.

Un compartir que no es fácil ya que es poder encontrar con quien compartir. Respirar con quien respira igual. Hablar con quien comprende este hablar. Convivir con quien vive lo mismo.

Ahora bien, en esta intimidad hay recuerdos vivenciales como tantas otras cosas. En el corazón se guarda todo. Las neuronas son la memoria, Y todo debería poder ser compartido íntimamente con otra persona. Que nos guarde el secreto. Pero compartirlo, por ejemplo, con aquel sacerdote confesor o director espiritual o acompañante espiritual. O será aquella persona amiga íntima a quien le confío mis secretos, problemas, angustias. O será el psicoterapeuta o psicoanalista que me acompaña para ayudar a ver en uno mismo como el pasado no resuelto condiciona el futuro por lo que el presente se vive con un profundo malestar. Y es preciso recordar que secreto de dos es, secreto de tres no es.

Por lo tanto, la intimidad tiene que permitir con sus contenidos crecer, autorrealizarse, madurar, progresar. Por eso no tiene que haber recuerdos o vivencias tóxicas, patógenas. Este espacio mental es preciso siempre sanarlo. La intimidad es un concepto que apunta e indica una realidad interior. Es una realidad. Y, si el recuerdo es tóxico, puede enfermar el cuerpo, la mente o el alma. El sentimiento de culpabilidad como el sentimiento de culpa, el sentimiento de vergüenza, el sentimiento de un malestar es preciso analizar para conocerlos, transformarlos para transcenderlos. Así poder gozar de una intimidad sana, y por lo tanto, alegre.

Por eso la intimidad podría devenir o ser fuente –desde esta perspectiva– de una enfermedad sea física o psíquica o pobreza espiritual. De aquí la frase de la Biblia quien tiene un verdadero amigo, tiene un tesoro. Ahora podemos comprender que es tener aquel íntimo amigo o persona con quien puedes confiar todo lo que pasa por el corazón (intimidad) o por las neuronas (el cerebro). Así podemos comprender como la naturaleza psíquica de la adolescencia busca siempre la amiga o el amigo íntimos.

La experiencia pedagógica como la psicoanalítica me lleva a considerar que guardar en el espacio mental recuerdos negativos, vengativos, –por importantes o únicos que sean, estando muy convencidos que son originales y ninguno más los tiene como por ejemplo: vivencias sexuales, odios escondidos, venganza ejecutadas, pecados inconfesables, rabia inconfesable y otros– destruyen el corazón, la interioridad, y entonces las neuronas no funcionan de forma adecuada. Conviene expulsarlos, vomitarlos, desalojarlos y asumirlos para poder gozar de la libertad interior. Libertad que se transmite de forma radial, energética, afectuosa en el entorno. El aire es sano. La apertura al gozo y alegría. Una convivencia serena y tranquila con los otros.

Nuestra sociedad inmersa en una superficialidad cultivada por los medios tecnológicos de comunicación, donde la intimidad es infravalorada y expuesta a la publicidad de programas televisivos donde es comercializada, no quita que haya también personas que intentan compensarlo o con libros o películas. Cito dos películas estrenadas relativamente hace poco De dioses y hombres y El discurso del Rey. Obligan a reflexionar.

La intimidad amorosa abre los ojos del corazón, renueva las neuronas, activa el cerebro y lleva a la Realidad Originaria de todo ser humano. Es silencio. No hay palabra. La psicología de lo profundo conduce y lleva a estos niveles de consciencia.

(1) Valors. Revista mensual de reflexió i diàleg. Número 78. Febrer 2011. Pp 14. Pàgina web:

Fuente: ATRIO

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