miércoles, 29 de junio de 2011

Lo absoluto y lo relativo en el cristianismo después de la modernidad.


Lucas Almada. (*)
Rosario.

¿Verdad o fe débil? (2011), este es el nuevo título de la saga iniciada por el filósofo italiano Gianni Vattimo inaugurada con la publicación de Creer que se cree (1996) en que anunció su vuelta al redil cristiano**.

En esta oportunidad en diálogo con el antropólogo francés René Girard, conocido sobre todo, por sus investigaciones sobre los sacrificios y la violencia en los grupos humanos arcaicos, con una obra insustituible para quiénes se acercan al campo de las humanidades, como es La violencia y lo sagrado. Con convicciones arraigadas en el trabajo de toda una vida y posiciones siempre abiertas a nuevos pensamientos, ambos autores aportan los condimentos necesarios para una conversación profunda, y por momentos muy intensa, sobre el cristianismo, la religión y el devenir del pensamiento occidental en el mundo actual.

En el presente libro, me parece, que el título posee una carga conceptual innecesaria, aunque remite específicamente a la problemática tratada en su interior. El primer término remite a la verdad en tanto fue pensada por la modernidad en términos de “lo absoluto” y, el segundo, alude a uno de los conceptos claves de la obra de Vattimo, el “pensamiento débil”, que contiene como núcleo la idea de que la razón como verdad debe abandonar su pretensión de alcanzar el absoluto, a esto llama debilidad.

Entonces, si la razón de la modernidad fue construida en función de un Dios absoluto (con la ilusión de reemplazarlo) Vattimo demuestra que el cristianismo no se corresponde con ese tipo de Dios y propone un cristianismo “débil” en el sentido de relativo, de un Dios que se hace carne, que asume la relatividad del contexto histórico y la limitación de la vida humana, es decir, que se seculariza.

No es un contacto casual, ambos vienen siguiéndose en sus producciones, y el libro reproduce este intercambio con dos artículos en los que se ocupan el uno del otro. El punto de contacto que justifica el encuentro es que estos dos autores hallan en el cristianismo un movimiento con principios de desestructuración de las tradiciones religiosas institucionalizadas. Encuentran, que lejos de la muerte por raquitismo de la religión, profetizada por científicos racionalistas en el mundo actual, la religión y el cristianismo en particular, tienen una potencia transformadora y emancipadora con una vigencia extraordinaria.

Para René Girard en el mundo arcaico la religión ha sido lo que ha permitido que las comunidades no se autodestruyeran y encontraran respuestas a las crisis en el interior de cada grupo. Esto funcionaba en la medida que la violencia de la comunidad se descargaba sobre una víctima, que la misma comunidad creía culpable, y oficiaba de chivo expiatorio.

La novedad que plantea el autor, es que el cristianismo rompe con el modelo de religión propiamente arcaica porque incorpora el punto de vista de la víctima (“no saben lo que hacen”), y no sólo lo incorpora, sino que es el punto de vista de la víctima el fundamento del movimiento.

Es decir, el cristianismo es la conciencia de que la víctima que el orden social sacrifica, es inocente. “A partir de ahora ya no podemos aparentar que no sabemos que el orden social está construido sobre la piel de la víctima. El cristianismo nos priva de aquel mecanismo que fundamentaba el orden social y religioso arcaico y nos introduce en una nueva fase de la historia del hombre.”

Dice Girard en la primera intervención dedicada a la relación entre cristianismo y modernidad. En el momento que estoy leyendo este libro aparece por los medios la noticia del asesinato de Bin Laden anunciada de manera festiva, ni siquiera como epopeya. Quiénes planearon el asesinato y su posterior difusión seguramente, habían leído a Girard y cómo este explica el funcionamiento primigenio de la humanidad. Toda la estrategia del plan giró alrededor del tipo de víctima que se necesitaba. El mundo debía estar orgulloso y agradecido que lo hayan matado, todos debíamos pensar que la víctima era culpable, y además, la voz de la víctima se perdió junto con su cuerpo.

Por su parte, Vattimo se apoya sobre el término “secularización” para defender una religión alejada del sacrificio. Entiende a la secularización, no como “el abandono de lo sagrado, sino como la aplicación completa de la tradición sagrada a determinados fenómenos humanos.”

Para Vattimo, es el cristianismo mismo el que posee la semilla de la deconstrucción del cristianismo religioso, institucionalizado, dominador, juzgador; y la potencia de esa semilla es la ética que proclama. Vattimo, define la ética como “la caridad más las leyes de tráfico”, en el sentido de que las leyes hay que cumplirlas, no porque sean “naturales”, sino porque no se quiere matar al prójimo. Esta expresión didáctica parece liviana, pero posee el poder ilustrativo de otras como “ama y haz lo que quieras” o “amar a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo” o “todos me es lícito, más no todo me conviene.”

¿Es posible un cristianismo relativista? Lo primero que hay que decir es que la discusión parte sin definir claramente el uso del término relativismo. La respuesta de Girard es de cuño antropológico y encuentra entonces una posición absoluta para un cristianismo que es capaz de dar respuesta a la diversidad de culturas si cada una de ellas acepta que Jesús es la víctima universal. La comprensión de esta ruptura con las religiones arcaicas resolvería el problema.

En cambio, Vattimo responde desde la filosofía, para él Dios sólo puede ser relativista porque la salvación no puede depender de ningún dogma, porque Dios no es un contenido, sino una encarnación en un hombre que fue ejemplo de caridad. En esto parece, que ambos encuentran cierto acuerdo, y encuentran en el cristianismo un riqueza potencial en el mundo religioso actual, alejado de cualquier decadencia pronosticada que desafía a los cristianos a renovar y profundizar su fe. + (PE)

(*) Lucas Almada, antropólogo, reside en Rosario. Argentina.

(**) Con saga me refiero a una serie de publicaciones alrededor del tema religioso, y con los que hizo explícito su vuelta a la iglesia Católica, que fue la formación familiar que recibió de niño y que luego había abandonado. Entre los libros que componen esta saga se encuentran, a mi entender: Creer que se cree (1996), Después de la cristiandad (2003), El futuro de la religión (2006) con Richard Rorty, Después de la muerte de Dios (2010) con John Caputo, y ¿Verdad o fe débil? (2011) con René Girard.

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Fuente: Ecupres

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