viernes, 23 de septiembre de 2011

Juan José Tamayo: «La visita del Papa es una ofensa y un insulto hacia las situaciones de marginación»



C. Jiménez

Teólogo, ponente en el Congreso Mundial de Bioética«Las escrituras sagradas no son libros de ciencia ni tienen la fórmula para resolver los graves problemas de hoy»
El teólogo Juan José Tamayo, una persona muy crítica con la actual jerarquía católica, es un hombre que no pasa inadvertido allá adonde va. Ayer intervino en el VII Congreso Mundial de Bioética en Gijón para hablar sobre la contribución de las religiones a la defensa de los bienes comunes de la Tierra y la Humanidad. A su juicio, la Iglesia católica se preocupa en exceso del «antes y del «más allá» y ha dejado a un lado el principio que debe regir en todas las religiones: apoyar el progreso no sólo desde la perspectiva científica, sino también la que contempla el desarrollo integral de la persona.
-¿Cuál debe ser el papel de las religiones en la actual crisis ecológica mundial?
-A lo largo de la historia las religiones se han llevado casi siempre mal con el medio ambiente, al que no han respetado. Lógicamente, las relaciones de la bioética con los avances de las ciencias de la vida son relaciones muy conflictivas porque como parten del principio de que Dios ha creado el mundo y que es dueño y señor de la vida, cualquier cambio, avance o progreso en ese término suele ser condenado apelando a ese principio dogmático.
-¿Han de cambiar las prioridades morales con el progreso científico?
-Lo primero de todo es necesario escuchar a los científicos de la vida, a los biólogos, a los bioéticos y a los ecólogos, porque las escrituras sagradas no son libros de ciencia ni tienen las fórmulas para resolver los graves problemas de hoy. En segundo lugar, deberían valorarse y reconocerse, críticamente, todos los avances y descubrimientos; de manera especial aquellos que tienden a mejorar las condiciones de vida de los sectores más vulnerables. Protegiendo los derechos de la Naturaleza estamos protegiendo al ser humano.
-¿Cuál debe ser el espacio social de las religiones?
-Si en algún lugar tienen que estar las religiones en este momento es junto a los movimientos ecologistas y científicos que suponen avances importantes en el terreno de la ética y de la bioética y, por supuesto, del lado de los excluidos.
-La Iglesia católica considera moralmente injustificables algunos avances relacionados con la vida, como la fecundación artificial.
-¿Por qué oponerse a formas de nacimiento que facilitan la vida y dan esperanza a matrimonios y a parejas que desde el punto de vista natural tienen cerrado ese acceso? Yo pienso que la Naturaleza tiene que ser algo en transformación y en ese sentido hay que tender a esto también desde las religiones: a valorar favorablemente los avances, pero desde una actitud vigilante.
-¿Dónde está el límite?
-En la libertad del ser humano. Cualquier progreso científico técnico que limite la libertad y que genere personas o seres en serie resultaría totalmente condenable porque la libertad es un componente fundamental de la persona y, perdida la libertad, el mundo se convierte en una gran dictadura. Otro de los límites es la dignidad de la persona, esto es, no permitir que se hagan con ella experimentos que atenten contra lo más sagrado del ser humano: el control de la conciencia. Todo avance que suponga no respetar la conciencia o imponer la uniformidad en la manera de pensar y de actuar, ciertamente, tiene que ser condenable.
-¿El pluralismo es riqueza?
-Lo que las religiones deben reclamar de los avances científicos es su democratización, su extensión y su universalidad e inclusividad, es decir, no deben ser un motivo más de exclusión o discriminación para aquellos que están ocupando los últimos lugares en la sociedad.
-Usted defiende la teoría de que la globalización neoliberal es excluyente. ¿Podría explicarlo?
-Lo es porque está diseñada desde el modelo político y económico neoliberal dominante y desde la cultura de Occidente, que es una cultura autoritaria. La trampa está en que se presenta la globalización como la gran utopía del siglo XXI, que a través de ella desaparecen las fronteras, las diferencias culturales y se conforma un mundo unitario; pero ese mundo unitario está planteado a imagen y semejanza del modelo capitalista, que es excluyente.
-¿Cómo se puede frenar esa tendencia desde la bioética ?
-La bioética tiene que defender el principio de la biodiversidad, pero también tiene que respetar los distintos modelos éticos y las distintas formas de vida, es decir, en ningún caso puede imponer principios absolutos considerados universales cuando realmente son principios que surgen de un determinado contexto cultural.
-¿El cristianismo salvaguarda el principio de la diversidad?
-En sus orígenes fue una religión plural, pero a partir de la modernidad se quedó en el marco de la cultura medieval. Por eso, si realmente quiere ser una religión universal, tiene que inculturarse en las diferentes tradiciones culturales.
-¿Y cuál debe ser su papel en la esfera pública?
-Las religiones siempre han hecho alianzas con el poder y se han sentido mucho más a gusto con las dictaduras que con las democracias, han sido muy condescendientes legitimando los diferentes poderes, generalmente autoritarios. Por eso, las religiones suelen encontrarse a disgusto en las democracias y bastante a gusto en las dictaduras, porque hacen alianzas con el poder que les generan beneficios.
-¿Los estados laicos son más democráticos?
-El laicismo es una condición necesaria para que haya democracia. Creo que se da una total incompatibilidad entre un Estado confesional y un Estado democrático, porque un Estado confesional no respeta el principio de igualdad y libertad porque privilegia unas religiones sobre otras, mientras que los estados democráticos realmente tienen como condición necesaria y fundamental que sean neutrales desde el punto de vista religioso.
-¿Qué opina de la controvertida visita del Papa, este verano, a España?
-Es una controversia muy justificada porque sus visitas las hace bajo una doble personalidad: de líder religioso del catolicismo y de jefe de Estado. Esa ambigüedad está en la base de muchos problemas y de muchos conflictos. A mí me parece que ha hecho muy bien el Dalai Lama en renunciar a su función política y quedarse sólo como líder espiritual del budismo.
-¿Algo parecido tiene que hacer Benedicto XVI?
-Debe desvincular totalmente su función religiosa de su función política, entre otras cosas, porque la función política del Papa como jefe de Estado de la ciudad del Vaticano es antievangélica y contraria al proyecto de Jesús, que quiere una Iglesia como comunidad de creyentes que sirvan a los demás, no que los dominen. Esa ambigüedad es una de las fuentes de los problemas de las visitas del Papa.
-Y también los costes…
-Es una ofensa y un insulto cuando en España están bajando los sueldos de los funcionarios, reduciendo el personal docente, cuando nos encontramos con un desempleo que llega casi a cinco millones de personas, y que por no poder pagar las hipotecas a los inmigrantes les quitan la casa, resulta que viene el Papa y hay un despliegue de apoyo económico total. Es inaceptable, por eso yo apoyo todas esas voces que han dicho que donde debía estar el Papa era en Somalia y en Kenia. Su presencia sería un gesto simbólico muy importante de solidaridad con esos pueblos. La de España era una visita innecesaria que ha demostrado insensibilidad total de la jerarquía hacia las situaciones de marginación y hacia la crisis económica.
-¿Qué es lo que más le ha ofendido de esa visita?
-El apoyo que ha tenido de todos los poderes de nuestra sociedad: el poder político, económico, militar, y religioso; este último es normal, pero cuando veía determinadas escenas como el vía crucis por la Castellana, o la misa en Cuatro Vientos, me recordaba a las estampas del nacional-catolicismo de mi infancia. Ahí es donde ha estado uno de los errores: ha sido una visita bajo una cuádruple alianza: del poder político representado por el jefe de Estado, que ha tenido un papel de legitimación desmesurado, provocando la sumisión, de alguna manera, del propio jefe del Gobierno. También legitimación por parte del poder económico, que creó una Fundación con millones de euros. Y luego la presencia del poder militar en un lugar presidencial en la misa era todo como estampas de la época de un franquismo más duro. A mí me parece que no es una visita que responda a un Estado laico.
-¿Cuál es el reto de la Iglesia del siglo XXI?
-Las religiones tienen que hacer nuevas alianzas, no con el poder sino con los movimientos sociales y con las organizaciones alternativas. El lugar de las religiones no es Davos sino Portoalegre y los foros sociales mundiales donde se reúnen los movimientos sociales que luchan contra la globalización neoliberal y defienden otro mundo posible.
«Las religiones deben tender a valorar positivamente los avances de las ciencias de la vida, pero desde una actitud vigilante»
«La gran trampa de la globalización es que está planteada a imagen y semejanza de un modelo excluyente, no es la gran utopía del siglo XXI»
Juan José Tamayo Acosta
Licenciado en Teología por la Universidad Pontificia de Comillas. Doctor en Teología por la Universidad de Salamanca (1976). Diplomado en Ciencias Sociales por el Instituto León XIII (1972). Licenciado (1983) y doctor (1990) en Filosofía y Letras por la Universidad Autónoma de Madrid.
Ha sido profesor en diversas instituciones de España y América.
Es profesor titular de Universidad y en la actualidad dirige la cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones Ignacio Ellacuría de la Universidad Carlos III. Además es fundador y actual secretario general de la Asociación de Teólogos «Juan XXIII».
Imparte numerosas conferencias en Estados Unidos, España e hispanoamérica.

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