sábado, 2 de junio de 2012

Las nuevas catedrales.


Jaume Patuel

Ya es bien sabido por todos que estamos en crisis. Así pues, si la radio o la televisión nos generan angustia, cambiamos de programa. Lo mismo ocurre con la prensa, de la que nos quedamos tan sólo con las páginas que nos interesan. Siempre a vueltas con la misma cantilena, por lo que la machaca es perversa, intencionada, pero no con la finalidad de “informar”, sino de “manipular las mentes”. En el fondo, aunque nos cueste asimilar, estamos en una crisis cuyas causas son existenciales: el papel de la angustia en la financiación. La angustia de la existencia sin lo necesario.

Nos encontramos ante una nueva religión que creemos que nos salva: el neoliberalismo. Las otras religiones o alternativas por el momento han desaparecido o no son ya tan fuertes ni manifiestas. Y para rendir culto a esta nueva religión el sistema capitalista ha montado sus nuevos ritos y lugares. Los nuevos lugares, o nuevas catedrales son esos grandes y lujosos edificios, altos, de muchos pisos. Eso sí, bien custodiados por la paranoia que padecen. Ahora tras el 11-S, se aplican más que nunca “controles a doquier”. Como cuando ocurre después de padecer robos en otros edificios, las anécdotas o las historietas que se cuentan son muchas, pero eso sí, todas ellas se caracterizan por la inteligencia propia de los que se atreven a actuar contra el sistema. Como no todo el mundo puede ir a las Nuevas Catedrales puesto que las entradas están controladas, sus sucursales; iglesias o capillitas, las hay por doquier.

Y todo ello con luces, día y noche, para no perdernos en las oscuridades. Con sus taquillas para no tener que hacer más colas. Y así creernos que “La atención al cliente” es de verdad, cuando lo único que se refuerza así es la incontinencia. Asimismo en este sistema se impone la rotación de personal para no establecer vínculos afectivos que puedan estropear las confesiones o las confidencias. La confianza por tanto se ha perdido. Poco importa para el sistema. En su lugar se erige la coacción. La visión mundial de la salvación o sea de llenar las arcas, ya no tiene fronteras geográficas. Las limosnas no son voluntarias, no nacen de la gratitud, la solidaridad o la compasión, sino que son obligatorias, necesarias, como lo es el mantenimiento de la libreta, uno de los nuevos actos repetitivos de culto. Y como ocurre sin consulta previa, como si de un nuevo dogma o encíclica se tratara, la limosna o aportación sube el 75ª de golpe para las obras sociales [...] Y si no se quiere aportar, “se sale uno de esa capilla o iglesia” a realizar una peregrinación, cuyo fruto es baldío. Acaba siendo una pérdida de tiempo. Y como el tiempo es “oro” […] se deja por impotencia porque uno sale perdiendo económica, psíquica y físicamente.

Traigo a colación un texto extraído del pliego de la revista católica Vida nueva, del 21 a 27 de abril, del presente año, cuyo número es el 2.797. El autor es un jesuita, José Ignacio González Faus, responsable del Área teológica de Cristianismo y Justicia, sito en Barcelona, y a la par, profesor emérito de Cristología del Instituto de Teología Fundamental de Sant Cugat del Vallés (Barcelona). El título es Vivir en el lío. Carta a Don Mariano Rajoy,presidente de gobierno del Estado Español. Dice así:

“Pero dejemos las alusiones bíblicas, y fíjese solo en este dato: ningún político se atreve a enfrentarse con los bancos (que se han ido convirtiendo en los grandes depredadores de nuestra época), ni aunque Obama haga lúcidos discursos inflamados contra la avaricia de Wall Street: porque los políticos saben bien que los bancos pueden hundir a cualquier país. Esa amenaza bastó para perdonarles en vez de juzgarles cuando estalló la pasada crisis económica; y esto lo hizo tanto Zapatero, que decía ser de izquierdas, como Sarkozy o Usted …que son de derechas, Y aún sin llegar a tanto, en un tono menor, los bancos tienen mucho que ver en la financiación de los partidos y de las campañas electorales. Dicho un poco a lo bestia: temo que algunos bancos acaben siendo en Europa algo así como el narcotráfico en América Latina”.

Y el párrafo anterior iba precedido de este: “Hasta los papas (que no son precisamente teólogos de la liberación) se han cansado de repetir últimamente que la economía debe estar al servicio de la política y no al revés. Pues bien, la impresión hoy dominante es que la política se reduce casi solo a estas dos cosas: ser esclava de la economía y proclamar mentiras que disimulen esa esclavitud. Cuando oigo o leo esta opinión (que comparto bastante), me acuerdo siempre de cómo define a Satanás el cuarto evangelio: “Homicida y mentiroso”.

Creo que González Faus habla con claridad y mucha lucidez. Todo ello no quita que surja la impotencia e indignación ante esta realidad, que tanta angustia existencial genera. De esta forma los miembros de esas capillitas o iglesias e incluso de las grandes catedrales no dejan en el fondo de ser súbditos, es decir, no pueden opinar ni decidir, sino sencillamente cumplir órdenes, vender productos financieros y muchas veces hacerlo de forma engañosa. Para darnos cuenta de ello sólo es necesario hablar con esos “ministros” angustiados, perseguidos por la culpa, cuando se sinceran con el cliente prudente.

Ante este panorama de realidad, hay que aprender a recurrir o hacer emerger los propios recursos psíquicos, tanto los cognitivos, como los conductales y no digamos los afectivos o emocionales, para que estos últimos no bloqueen la personalidad y así poder superar la angustia y buscar las soluciones que se puedan. Pero el encontrar que un ministro de una iglesia, que cumple órdenes con toda la frialdad posible, le diga (o le pida un acto de fe ciega) a una persona creyente de ochenta años que el dinero es de él, que no lo perderá pero que ahora no se lo puede entregar, es suficiente para tener un ataque de angustia, pero de angustia real, no neurótica ni psicótica.

¿Qué nombre se tendría que poner a ese modo de salvar, tratar a las personas? ¿Sectarismo, lavado de cerebro o intento de homicidio psíquico?

Fuente: ATRIO

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