viernes, 18 de enero de 2013

Teología Bancaria.


por Ángel Manzo Montesdeoca

“Queremos resguardarnos en lo ya sabido,

cerrarnos en dogmas y verdades bien clasificadas,

administradas por sinagogas de expertos letrados“.

Xabier Pikaza.



El pedagogo brasileño Paulo Freire se refirió a la “educación bancaria” como aquella interesada en mantener el status quo, sierva del poder, interesada no en la liberación de los oprimidos, sino en oprimir mediante el sistema capitalista de consumo y sus mecanismos de legitimación para que los seres humanos no desarrollen su capacidad crítica y acepten el mundo que el sistema y el mercado se han encargado de crear y presentar como el único modelo, o sea “el correcto”. A la educación bancaria no le interesa pensar la educación como experiencia liberadora, reflexión y praxis crítica para la transformación de la realidad; sino el sistema de domesticación; aquel que se diseñó para dividir el saber y el conocimiento entre los que saben y no saben, los que enseñan y los que son enseñados, los débiles y los poderosos.

Como parte de la estrategia para el ejercicio del poder, así la supuesta educación nos dice que “para ser alguien en la vida hay que ser educado”. Y ¿qué se entiende por educación? Entregar una serie de contenidos, asignar trabajos, mandar tareas y cuánto más, mejor; ya que es sinónimo de que “en verdad se aprende”; mientras más difícil la educación: pruebas, tareas, exámenes, trabajos, exposiciones, investigaciones, mejor el aprendizaje, nos hacen creer. En el fondo se trata de llenar la “cabeza vacía” de los estudiantes con el depósito del conocimiento, que en la figura del profesor-autoridad, es decir, el dueño de la verdad, y solo la verdad que él presenta y cree, se siente llamado a “formar” a los estudiantes.

El problema radica en que pensar auténticamente es peligroso. La consecuencia de esta táctica del sistema de opresión en muchos lugares de América Latina y el Caribe, se evidencia en personas que asienten todo lo que se les dice, incapaces de sospechar en las supuestas teorías o “perlas del conocimiento” que se les ha dado, personas alienadas con el mundo y su realidad, pues han sido entrenadas para la reproducción del sistema; seres humanos carentes de capacidad crítica y pensamiento complejo, que de los muchos caminos posibles solo conocen uno o dos, y como es lo único que conocen, para ellos no existe más. Todo el mundo está equivocado, pero solo ellos están en lo correcto. No son personas creadoras del conocimiento, sino repetidoras de lo ya dicho.

En esta concepción bancaria, los seres humanos son meros espectadores y no recreadores, seres pasivos, al recibir el mundo que en ellos penetra, y solo cabe a la educación apaciguarlos más aún y adaptarlos al mundo. Para la concepción bancaria, cuanto más adaptados estén los hombres y mujeres tanto más “educados” serán, en tanto adecuados al mundo[1].

Y la educación teológica…

No está libre de esta realidad. La enseñanza teológica también está plagada y viciada de este tipo de educación bancaria, donde Europa y EEUU sigue siendo, para algunos la única e impoluta verdad, y nada más que la verdad. Sin pensar críticamente en las ideologías con las que cada teología viene cargada. También la educación teológica se ha vuelto en un asunto de los que saben y los que no saben, de “enseñar” “formar” “educar”, y así después de conocer todo lo que otros nos han dicho sobre Dios y sus misterios en otros países, en otras época y realidad, las discusiones teológicas sin respuestas finales, ya estamos en capacidad para recibir nuestro reconocimiento de “teólogo o teólogas” como egresados, nos dicen.

La verdad es que estamos ante una gran estafa frente a este tipo de educación, en que lo único que puede garantizar es la haberse especializado en el arte de saber lo que otros dicen, de acatar las cosas como verdades absolutas (dado que son las únicas que se conoce), podemos decir solo “lo que nos enseñaron” repetir, repetir; citar, citar y citar. Difícilmente este tipo de domesticación-catequización que se la hace pasar por educación nos sirve para ser actores de nuestra propia historia; antes bien nos prepara sí, pero para ser juguetes del sistema, de aquí para allá, de allá para acá, entretenidos en el conflicto, engañados por la oferta demagoga de pseudos títulos, e incapaces de proporcionar soluciones innovadoras, de hacer nuestra propia teología y crear diálogos con los diversos saberes, contribuyendo así al servicio de toda la humanidad y la creación, en contracorriente al sistema.

Se trata de una educación alejada de la realidad, ya que respondió a la realidad del profesor (generalmente alguien que estudió hace años, desactualizado y que perdió el encanto de continuar siendo estudiante), no a la realidad de los estudiantes, sino a la realidad de las teorías, sistemas, teoremas, pero no a la complejidad de la vida. La vida, pero si dos más dos es cuatro, ¡vaya razonamiento lógico!

¿Qué sabe este tipo de educación acerca de la transversalidad, vinculación, integración, interdisciplinariedad, género, medio ambiente, cultura de paz, interculturalidad, diálogo y teoría de la complejidad y el caos en el proceso educativo y los contenidos? Su única reacción a lo desconocido es el miedo, y como acción estratégica ante el miedo, el rechazo, pero para esconder la vergüenza del ruboroso rostro de ignorancia ya con un título, se opta por la difamación, o sencillamente el calificativo de “herejías” o “perturbaciones de aquellos que se han extraviado de la verdad”; y tienen razón en parte, algunos hemos tomado distancia de aquellos que idolatrados a fuerza de la costumbre y la tradición de los años, aunque desactualizados con la realidad, se siguen considerando como “los que saben” por el hecho de repetir por más de 40 años los mismos contenidos, a lo que se suele llamar: “maestros de experiencias”, como menciona Xabier Pikaza “Queremos resguardarnos en lo ya sabido, cerrarnos en dogmas y verdades bien clasificadas, administradas por sinagogas de expertos letrados”.

La educación que libera es aquella que nos lleva hacia la crisis, la que dialoga con las diversidades y el pensamiento plural, la que no teme al debate de ideas, la que sabe argumentar y reflexionar desde la realidad y la academia honesta y humilde, la que permite dar y recibir críticas, la que no se enoja ni se siente atacada por la duda o la sospecha de estudiantes que discrepan con lo ya establecido, frente a las inseguridades de ciertos maestros que suelen definir como “los chicos problemáticos”. Se trata de corregir, cambiar, mejorar; pues en educación y en teología, no todo está dicho.

¿Entonces qué?

¿Quién asumirá la responsabilidad de este tipo de educación que sirve al poder y al adormecimiento de las conciencias y mata la capacidad crítica con la censura y el desprestigio? Sin duda las jerarquías son las responsables de los lineamientos y posturas que se asume en nombre del Magisterio o santa Inquisición posmoderna, aquella que se encarga de guardar la “sana doctrina” asesinando por medio del desprestigio cobarde cualquier tipo de pensamiento y postura diferente al oficialismo, como diría Freire “El problema radica en que pensar auténticamente es peligroso”. Como en la época de Jesús, los escribas, sacerdotes y doctores de la ley secuestraron la teología mediante sus tradiciones e intereses, al punto de asesinar al predicador y teólogo del reino por sus cuestionamientos religiosos y políticos (Mt 23,1-36, cf. Hch 7).

Los procesos de cambios sociales que se viven en América Latina y El Caribe, como en diversos lugares del mundo, invitan al quehacer teológico a una revisión profunda y sincera, a cuestionarse y ser autocrítico. O la teología se mantiene “bancaria” al servicio del status quo frente a las realidades de inhumanidad, dado que “supuestamente” a ella no le compete interferir en las cosas de los “negocios de este mundo”; ¡ah!, pero cuando tocan las cosas que son de su interés, entonces aparecen los guardianes de la fe y su ortodoxia, cayendo en los cinismos más viles de la religión, como aquellos a los que se prestan diversos líderes que hacen una marcha para protestar porque no aparece el nombre de Dios en la Constitución; pero no dicen nada ante el abuso infantil; reaccionan con “santo celo” argumentando que los grupos gltb son una amenaza para la familia, pero no levantan su voz ante el aumento de la violencia contra la mujer y las injusticias laborales. Estamos ante teologías cínicas, que se rinden a intereses del mejor postor de turno.

¿A qué juega la teología de nuestras comunidades eclesiales, de nuestras instituciones teológicas y sus líderes? ¿Ser o no ser o tener o no tener? Mientras proliferan los discursos bancarios de esa teología en que se manipula a los fieles a la siembra para cosechar, el pactar para prosperar, y la que está de moda: el paternalismo. De profetas, apóstoles, ahora se consideran mamás a papás[2].

¿Qué rol tendrá la educación teológica?

Será indiferente, aunque Jesús nunca lo fue. ¿Será socialista, liberal, progresista, de derechas o de izquierdas? O será capaz de regresar a su fuente de espiritualidad, el compromiso con los pobres y vulnerables de este mundo. Quizás lo más importante en educación sean las preguntas elementales: ¿para qué educamos?, ¿cómo educamos?, ¿con qué educamos?, ¿qué mundo soñamos?, ¿qué proyecto tenemos?, ¿desde qué horizontes nos movemos?, ¿qué estudiantes queremos?, ¿qué ciudadanos necesitamos?, ¿quién decide lo que estudiamos?, ¿desde qué posición nos ubicamos?

Es probable que la teología de la liberación haya sido uno de los proyectos más autóctonos que haya invitado a repensar la manera de hacer teología desde la realidad de América Latina, lamentablemente mientas algunos se encargaban de satanizar la teología de la liberación, se reafirmaban los sistemas de lo mismo, los fundamentalismo y el conservadurismo. Aunque la teología de la liberación puede ser un buen punto de partida para este aprendizaje, no puede ser un punto de llegada final. La teología se renueva con la fuerza de la vida.

La teología como el conocimiento está constantemente en aprendizaje y reformulación, para la teología ante el Misterio insondable que definimos como Dios, nunca le es posible decir la última palabra sobre Él. Por lo tanto, la educación de una teología liberadora debe hacernos más nobles y humildes, más dóciles para aprehender, desaprender y reaprender. Más consciente que lo que a veces entendemos por verdad absoluta no es más que una verdad confesional, y que lo que a veces nos presentan como la voluntad de Dios puede ser ideología del sistema cultural que se ha impuesto en nombre de Dios, como los imperialismo y mesianismos comunes de algunos países que inciden con su inculturación. La sospecha de los mundos patriarcales que construyen la realidad y se institucionalizan hasta pretender posicionarse como cuestiones sacras, intocables, en nombre de la autoridad masculina, pues la cultura y el conocimiento reflejan los tentáculos de este patriarcado y su hegemonía.
¿Cuál es la propuesta? En simples palabras: Ante el momento que vive la educación teológica no hay cabida para remiendos, hay que destruir para reconstruir, el caos es necesario para el orden, es cuestión de romper, y armar las piezas desde otros paradigmas, otras visiones, otros proyectos, otros actores; sencillamente otras maneras de crear el mundo, porque el que tenemos, no da para más, como dice mi amigo Eduardo: “Hay que echar a andar la teología del más allá: hacer más allá de lo convenido, de lo estatuido, de lo obligado, de lo requerido”.



[1] Paulo Freire, Pedagogía del oprimido, Editorial Caminos, La Habana, Cuba, 2009, pág.33.


[2] Existen diversas iglesias donde sus pastores se hacen llamar papá y mamá, los fieles deben llamarlos Papa.., y mama…es el ejemplo de las iglesias Maranatha.



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Autor/a: Ángel Manzo Montesdeoca


Ángel Manzo es ecuatoriano, Pastor de la Iglesia TEAMO de la ACyM en Guayaquil, ministerio que dirige con su esposa Dolores, y sus hijos: Samantha, Andrés, Cristopher y Madelaine. Expositor del programa radial Reflexiones de Actualidad que se transmite por HCJB2, por más de 10 años al aire. Licenciado en Ciencias Humanas y Religiosas, Master en Teología Practica por FATELA, actualmente cursando la Maestría en Estudios Teológicos (UNA), participa en diversas actividades de educación bíblica teológica en América Latina y El Caribe.
Fuente: Lupa Protestante

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