domingo, 14 de julio de 2013

La Iglesia no escucha al Papa.


Artículo sugerido por María Cecilia Ariasgago Pereda para Artículos para la reflexión.

JORGE GAMBOA AROSEMENA
opinion@prensa.com

Jorge Bergoglio, el papa Francisco, no para de sorprendernos. En poco más de 100 días ha revolucionado el comportamiento acostumbrado de sus antecesores. Desde no usar ornamentos lujosos, tales como toga, anillo, crucifijo y zapatos especiales, hasta dejar los aposentos palaciegos del Vaticano y la propiedad veraniega de Castel Gandolfo. Además de nombrar a ocho cardenales para reformar la Iglesia.

Sus palabras han sido demoledoras. Ha dicho que quiere una “Iglesia pobre para los pobres”, como también que los “pastores deben quedar con olor a ovejas” y que “no deben usar vehículos lujosos” ni sucumbir a la sociedad de consumo. Dijo que las protestas en Brasil siguen las enseñanzas de los evangelios.

Él censuró la “globalización de la indiferencia” y predicando con el ejemplo, viajó sorpresivamente a la isla de Lampedusa, al sur de Sicilia, escala de los africanos que buscan mejores oportunidades en Italia o pasan a algún otro país europeo; muchos mueren en el intento. En los últimos 25 años han muerto 20 mil cerca de Lampedusa.

La sentencia profética del papa Francisco ante el dolor solidario que siente por el sufrimiento de estos hermanos se resume en la siguiente frase: “La cultura del bienestar, que nos lleva a pensar en nosotros mismos, nos hace insensibles a los gritos de los otros; nos hace vivir en pompas de jabón, que son lindas, pero no son nada, son una ilusión fútil, del provisorio, que lleva la indiferencia hacia los otros; es más, lleva a la globalización de la indiferencia. Nos hemos acostumbrado al sufrimiento del otro, ¡no nos atañe, no nos interesa, no es asunto nuestro!”.

Trasladando los enunciados y ejemplos del papa Francisco a Panamá, nos preguntamos qué hace la jerarquía católica ante tanto vandalaje de los actores políticos panameños. En el vandalaje no incluyo solo a los gobernantes, sino a todos los actores relevantes del quehacer político nacional. Desde nuestra óptica se incumplen las líneas señaladas por el Papa. Solo hay que recordar el Miércoles Santo de este año, cuando dos obispos fueron utilizados por el presidente, Ricardo Martinelli, quien, para hacerse propaganda les entregó –y ellos aceptaron– la donación –ilegal e inmoral– de un millón 500 mil dólares para “terminar” la nueva sede de la Conferencia Episcopal. En lugar de olor a ovejas, se sentía olor a lobo.

¿No estarán nuestros pastores sucumbiendo a las necesidades ficticias de la sociedad de consumo que censura el Papa? Y respecto a la globalización de la indiferencia, aunque no había llegado Francisco al papado, ¿qué hicieron nuestros pastores ante las represiones de Changuinola, San Félix y Colón?

Hace tres décadas, monseñor Romero no necesitó una guía como la de Francisco para decirle a los represores que les “ordenaba, en nombre de Dios, cesaran la represión”. En nuestro caso, las represiones produjeron 10 muertos e infinidad de heridos. ¿Cómo han reaccionado ante las muertes de los ocho neonatos y de los infectados con la bacteria KPC? ¿Reaccionaron, en el gobierno anterior, cuando se registraron las muertes a raíz de la ingesta de jarabe que contenía dietilene glycol? ¿Acaso se han pronunciado ante la globalización de la indiferencia? ¿Será que la muerte ya no nos afecta como sociedad, mayoritariamente católica, tal como reza el artículo 35 de la Constitución?

Nuestro afán no es descalificar a nuestros pastores católicos ni a los de otras confesiones, quienes parecen no cumplir con su papel de guías, sino, respetuosamente, buscamos dar un aldabonazo a sus conciencias. Extrañamos al padre Néstor Darío Jaén, líder del Consejo Ecuménico, o al padre Xavier Villanueva en tiempos de la dictadura.

La intención nuestra es llamar la atención sobre la crisis de conducción que vivimos, descrita en su momento por Mahatma Gandhi cuando decía que “lo más atroz de lo malo de la gente mala, es el silencio de la gente buena”.

Con el Pacto Ético, nuestros pastores no ponen el dedo en la llaga para que salte la pus. Basta ya de enunciados superficiales de buenos deseos; este mensaje no es solo para los obispos que impulsan el bendito pacto, también va dirigido a los representantes de la sociedad civil. Recordemos cómo, en 1987, el padre Fernando Guardia y los dirigentes de la sociedad civil crearon la Cruzada Civilista.

La actual danza de millones es infame ante las necesidades del 30% de personas cuya condición se ubica en el rango de pobreza y extrema pobreza que todavía tenemos. El uso indignante del dinero para sufragar campañas políticas y el enriquecimiento injustificado de los favoritos de los gobiernos, mediante los negociados de “todo se vende, todo se compra”, deben hacernos romper la globalización de la indiferencia...

Fuente: prensa.com

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