domingo, 21 de julio de 2013

Las calles de Brasil serán el mejor amigo de Francisco, no su enemigo.



La diferencia abismal entre los faraónicos eventos deportivos en el gigante sudamericano y la JMJ

John L. Allen Jr. * Roma

Los viajes papales, en cierto sentido, son siempre una aventura hacia lo desconocido, pero Francisco, que está por visitar Río de Janeiro para la Jornada Mundial de la Juventud (22 a 28 de julio), afrontará las volátiles e impredecibles calles brasileñas. La población de Brasil está muy molesta en estos momentos y, a pesar de que las masivas demostraciones que se llevaron a cabo en junio se han ido diluyendo, el descontento no ha desaparecido. 

Durante una rueda de prensa del 16 de julio, el jefe de la agencia de inteligencia carioca dijo a los periodistas que el espectro de nuevas protestas durante la estancia de Francisco en la ciudad es una de las mayores preocupaciones; por su parte, el alcalde de Río de Janeiro, Eduardo Paes, se sintió obligado a explicar a los habitantes de la ciudad que el Papa “no tiene conexiones directas con los pecados de los políticos brasileños”. Los organizadores de las protestas de junio anunciaron que planean salir a las calles el 26 y el 27 de julio, bajo el eslogan “¡Papa, mira cómo nos tratan!”. 

Sea como sea, nadie parece estar enojado con Francisco. Al contrario, los brasileños (independientemente de su credo) lo han tomado como autoridad moral y quisieran que estuviera de su parte. En realidad, hay muchas razones por las que Francisco será bien recibido. Es difícil imaginar que alguien que se preocupe por los pobres pueda esgrimir reproches con este Papa. Francisco no solo ha renunciado a casi todos los privilegios papales, desde el aposento en el Palacio Apostólico hasta la limousine de la Mercedes, sino que además es famoso porque desea “una Iglesia pobre y para los pobres”. Mientras tanto, tanto los obispos de Brasil como del Vaticano han indicado en diferentes ocasiones que comprenden las peticiones de los manifestantes. 

El arzobispo de Río, Orani Joao Tempesta, dijo que las manifestaciones eran “semejantes al espíritu de la Jornada Mundial de la Juventud” (en el sentido del deseo por trabajar juntos para llegar a un mundo nuevo, a una vida nueva). A finales de junio, cabe recordar, la Conferencia de los obispos brasileños publicó una declaración expresando “solidaridad y apoyo”. Poco antes, a principios de junio, el periódico español “El País” publicó una supuesta frase dicha en privado de Francisco en la que habría subrayado la justicia y coherencia con el Evengelio de las manifestaciones Brasileñas. El Vaticano nunca confirmó ni desmintió esta declaración. Honestamente, el primero de los peligros a los que se enfrentará Francisco será la instrumentalización de su visita que podrían pretender llevar a cabo tanto los manifestantes como los políticos. 

 Francisco visitará Río como el primer Papa latinoamericano de la historia, y seguramente le ayudará el orgullo natural que se siente en toda Latinoamérica con su llegada al trono de Pedro, posición de liderazgo a nivel mundial. Además, si uno de los motivos por los que los brasileños salieron a las calles en junio fue la percepción de que el gobierno estaba gastando dinero en faraónicos eventos globales, la JMJ tiene una naturaleza completamente diferente. 

En total, los gobiernos federal, estatal y municipal aportarán (máximo) 60 millones de dólares para la JMJ, que servirán para cubrir la seguridad, la logística y subsidios para el transporte. Basta comparar aquella cifra con los 13 billones de dólares que desembolsarán las arcas nacionales para el Mundial de 2014 o con una cifra parecida para los Juegos Olímpicos de 2016. Sin ser ningún genio de la matemática, cualquiera puede darse cuenta de que a los contribuyentes brasileños la JMJ costará solamente el 0.5% de lo que gastarán para el Mundial de 2014. Si los brasileños toman en cuenta esta diferencia, la presencia del Papa seguramente no desencadenará el mismo descontento. 

Los organizadores en Río dieron a conocer la cifra de dinero que podría inyectar la JMJ a la economía local: alrededor de 220 millones de dólares, además de unos 20,000 puestos de trabajo. Para concluir, hay otra razón por la cual el Papa no debe temer durante su viaje, y es la más importante de todas. Una Jornada Mundial de la Juventud se desarrolla en las calles de la ciudad, es decir que la mayor parte de la gente de Río no se enterará de lo que sucede por medio de los periódicos o de las redes sociales. Podrán vivirla en primera persona cada vez que tomen el autobús o que atraviesen la ciudad. 

Durante la primera parte de cada una de las Jornadas Mundiales de la Juventud, miles y miles de jóvenes católicos peregrinos inundan las calles de las ciudades, al dirigirse a las sesiones de catequesis y a los diferentes eventos en programa. Se mezclan con la gente. En cambio, para participar en un Mundial o en unos Juegos Olímpicos, la población local debe pagar entradas carísimas, por lo que la mayor parte de ella no puede ni siquiera acercarse a estos eventos. 

Para vivir la Jornada Mundial de la Juventud basta salir a las calles. Los brasileños verán filas y filas de jóvenes esperando confesarse en el Parco della Quinta da Boa Vista. El viernes 26 de julio, los jóvenes peregrinos literalmente tomarán las calles con el tradicional Vía Crucis. La procesión serpenteará por una sección de 900 metros de la Avenída Atlántico en el centro de Río de Janeiro, y además pasará por lugares clave de la ciudad (Arpoador y Selarón). Durante varias horas, los brasileños verán las calles ocupadas no por manifestantes sino por creyentes tratando de conectarse con los misterios de la vida y la muerte. 

Si los jóvenes peregrinos sorprenden a los brasileños de la forma en la que han impresionado a otras poblaciones por el mundo, con su impulso, su simpatía, su idealismo, entonces cualquier resentimiento en potencia de desvanecerá. En otras palabras, Francisco se encuentra en una posición única, que envidiaría cualquier otro líder global que visitara el país. Durante los próximos días, las calles no serán el enemigo de Francisco, sino su mejor amigo.

Fuente: Atrio

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