jueves, 21 de noviembre de 2013

Evidencias para una duda.



Salvador Santos

Sobre quién creían sus coetáneos que era Jesús, el tema de hoy, habrá dos entregas. Y luego otra sobre el autor del evangelio de Marcos.

1.- Dudas y más dudas

Las dudas respecto a Jesús y su mensaje surgieron nada más iniciar él su andadura.

Lejos de resolverse tras debates inacabables y fuertes enfrentamientos personales, perduraron agazapadas durante largos y negros siglos.

Hoy, desde otras perspectivas, proliferan vigorosas. Representan: la cautela, la dificultad de entender, el miedo a perder una posición, la resistencia al engaño, la búsqueda de racionalidad, la toma de distancia, el deseo de abandonar la incertidumbre, la desconfianza, el aplazamiento de un juicio definitivo, la alarma ante el posible desmoronamiento de tradiciones y dogmas, la sospecha ante lo nuevo, una puerta a la pregunta, la exigencia de respuestas consistentes…

2.- Las dudas del Bautista

En los evangelios aparecen múltiples personajes recelando del Galileo y su proyecto. Los considerados seguidores suyos figuran como aventajados en desconfiar de él.

Transcribimos el relato de una de esas dudas. Procede de quien menos cabría esperarse, del Bautista:

“Juan se enteró en la cárcel de las obras que hacía el Mesías y mandó dos discípulos a preguntarle:
-¿Eres tú el que tenía que venir o esperamos a otro?
Jesús les respondió:
-Id a contarle a Juan lo que estáis viendo y oyendo:
Ciegos ven y cojos andan,
leprosos quedan limpios y sordos oyen,
muertos resucitan
y pobres reciben la buena noticia.
Y ¡dichoso el que no se escandalice de mí!” (Mt 11,2-6; par. Lc 7,18-35).

3.- Sus dudas sorprenden

Las vacilaciones del Bautista sorprenden. Parece un contrasentido que Juan dude del Galileo habiéndole identificado como el Mesías en su encuentro con él:

“Juan intentaba disuadirlo diciéndole:
Soy yo quien necesita que tú me bautices, y ¿tú acudes a mí?” (Mt 3,14).

La paradoja se presenta como consecuencia de contrastar dos escenas con desigual valor histórico:
un acontecimiento real: los titubeos del Bautista, y
una situación imaginaria: su reconocimiento de la preeminencia de Jesús.

(El autor del texto ideó este breve guion tratando de evitar que el lector interpretase el bautismo del Galileo como un signo de inferioridad respecto a Juan).

4.- Contexto del relato: Clave de lectura

El contexto próximo aporta una importante clave de lectura del relato que narra las dudas de Juan:
1. El Galileo ha constatado la situación de abandono en que se encuentra el pueblo. Se le remueven las tripas:

“Viendo a las multitudes, se conmovió, porque andaban maltrechas y derrengadas como ovejas sin pastor” (Mt 9,36).

2. No se le escapa la magnitud del problema. El pueblo está en las últimas. Solucionar esta situación límite se convierte en su prioridad. Hay mucho trabajo por hacer. El colectivo de discípulos necesita comprender el sentido de su misión:

“Entonces dijo a sus discípulos: La mies es abundante y los braceros pocos” (9,37).
3. La tarea de dar una salida a la desolación del pueblo corresponde a la nueva sociedad (los Doce; Mt 10,1-2). Presentarse como alternativa al orden injusto será su cometido. El Galileo da instrucciones al colectivo para llevarlo a cabo (10,5-15). Avisa de las grandes dificultades, anima a los discípulos a ser leales a su proyecto, a perder el miedo ante la feroz oposición que encontrarán y a saber valorar toda colaboración por mínima que sea (10,34-42).

5.- El Bautista, escamado, busca comprender

El relato está fijado en coordenadas espacio-temporales precisas. Sucede estando el Bautista encarcelado. Según Mateo, él disponía de información suficiente respecto a la actividad llevada a cabo por el Galileo:

“Juan se enteró en la cárcel de las obras que hacía” (v.2).

La vía seguida por el Galileo decepcionó a Juan. Las noticias resultaban desalentadoras. Aquel proyecto nada tenía que ver con lo que él había estado pregonando: la inminencia de la intervención divina y el aplastamiento de todo adversario del nuevo orden:

“El hacha está ya tocando la base de los árboles, y todo árbol que no da buen fruto será cortado y echado al fuego” (Mt 3,10).

Juan había anunciado de ese modo la llegada del tiempo definitivo liderada por un Mesías-juez cuya sentencia final comportaría vida para unos y aniquilación total para otros:

“Trae el bieldo en la mano para aventar su parva y reunir el trigo en su granero; la paja, en cambio, la quemará con fuego inextinguible” (Mt 3,12).

Al Bautista le urgía salir de dudas, aunque no de cualquier manera. El impulso por salir de la incertidumbre se aceleró al máximo. La irrupción de la justicia divina, que él sospechó inmediata, significaría su propia liberación. Necesitaba, pues, información cierta y de primera mano. Por eso confió el asunto a dos de sus discípulos (Para la validez de una declaración en un juicio se exigía la coincidencia de dos testigos):

“Mandó dos discípulos a preguntarle” (v.2).

6.- Delegados de Juan entrevistan al Galileo

El Bautista dirige al Galileo una pregunta nada anodina. La pregunta reflejaba al detalle el pensamiento social de Juan. Él había diseñado su plan con dos vías de actuación: la denuncia de la injusticia y la exigencia del cambio individual refrendado con su bautismo. Respecto a la transformación total de la sociedad estimaba que la iniciativa y el momento correspondían solo a Dios, que actuaría a través de su Ungido (Mesías o Cristo). Le quedaba saber si el Galileo se identificaba o no con ese Ungido protagonista del cambio esperado.

Para él, fuera cual fuese la respuesta del Galileo, el asunto le afectaba de lleno. Significaba: o bien la modificación completa de sus profundas convicciones o bien un penoso desengaño ante la demora de sus pronósticos.

Se trataba de una pregunta cerrada. Su formulación restringía y facilitaba la respuesta:

“¿Eres tú el que tenía que venir o esperamos a otro?”(v.3).

7.- El Galileo responde a su manera

Pero el Galileo rehusó ceñirse a los términos de la pregunta y eludió hacer una declaración sobre sí mismo. Los dos mandados no podrán trasladar a Juan un mensaje reducido a un título. Eso sí, regresarán pertrechados con un argumento irrebatible: su experiencia de la realidad. La realidad del proyecto del Galileo salta a la vista; se pueden comprobar sus resultados. Dos testigos los autentifican.

“Id a contarle a Juan lo que estáis viendo y oyendo” (v.4).

Los emisarios certificarán como testigos directos lo que YA está ocurriendo.

Juan se verá obligado a extraer sus propias conclusiones de una realidad de la que ya tenía suficiente información, según atestigua el comienzo de este relato:

“Juan se enteró en la cárcel de las obras que hacía” (v.2).

Al parecer las creencias del Bautista resultaban un serio impedimento para percibir el alcance del proyecto del Galileo.

En ocasiones, resolver dudas supone deponer creencias y seguridades.

Fuente: ATRIO

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