martes, 17 de diciembre de 2013

“Estamos en una encrucijada para las mujeres en la iglesia”


Joan Chittister


La Academia Americana de Religión y su asociación adjunta, la Sociedad de Literatura Bíblica, es conocida por reunir teólogos avanzados de diversas denominaciones para favorecer la polinización cruzada entre lo mejor del pensamiento y la investigación religiosa. Por eso no sorprende que en la conferencia de este año los días 22 al 24 de noviembre en Baltimore una parte del orden del día era un panel de conferenciantes (http://ncronline.org/news/faith-parish/divisions-over-popes-effect-focus-religion-academics-meeting) cuyos intereses podrían darnos una instantánea del Papa Francisco y de los retos a los que se enfrenta al tratar diversas cuestiones actuales.

La amplia composición del panel –laicos y religiosos, católicos y no católicos, varones y mujeres- resaltaba algunos temas específicos a los que se enfrenta la iglesia y las primeras respuestas del actual papa a las áreas de ecumenismo, teología de la liberación, tradición, formación espiritual y, en mi propio caso, las mujeres y la vida religiosa.
En la columna de hoy, para ampliar la conversación, compartiré las observaciones que hice como parte de ese panel.

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Pierre Teilhard de Chardin, filósofo jesuita del siglo 20, escribió: “La única tarea que merece nuestro esfuerzo es la construcción del futuro”. Hoy me preocupa cómo construir un futuro nuevo para las mujeres de todo el mundo a través del acercamiento de la iglesia. El filósofo del siglo VI Boethius nos recuerda que cuando una época muere una nueva está naciendo. Una segunda apreciación que me llama la atención es la de Woody Allen, 15 siglos después: “No me da miedo la muerte; sencillamente no quiero estar ahí cuando ocurra”. Ambos mensajes son claros: La primera indica que la continuidad puede alargarse excesivamente. La segunda, que no encarar el momento en el que estamos puede malograr el futuro que viene con nosotros o sin nosotros, y tanto si nos gusta como si no.

Item: Estamos en una encrucijada en la historia
Este es el momento en el que la historia ha descubierto a las mujeres.
En realidad, los varones y las mujeres inteligentes ahora se dan cuenta de que el feminismo no tiene nada que ver con la condición femenina. No tiene nada que ver con el chovinismo femenino, ni con el machismo feminista. Y definitivamente no se trata de que las mujeres quieran actuar como los varones.

El feminismo consiste en permitir que cada miembro de la raza humana llegue a ser una persona humana adulta, que pueda elegir en cada nivel de la sociedad, participar en la toma de decisiones que afectan a sus vidas, ser independiente económicamente, estar segura en las calles, en sus hogares, tener voz en los tribunales y cuerpos constitucionales del mundo –disfrutar, en otras palabras, plenamente y en igualdad de todos los derechos civiles.

Consiste en traer a la luz pública y al poder público los programas, las percepciones, y la sabiduría de la otra mitad de la raza humana. Consiste en tomar en serio sus ideas y planes. No!. Corrijo: consiste en tomar en serio la teología de la creación. En otras palabras, consiste en la “proclamación de la emancipación” de las mujeres en este siglo.

Y como ya han pasado 2000 años desde que el mismo Jesús se constituyó en modelo, no se puede argumentar que estamos tratando de hacer las cosas demasiado de prisa.
El mismo Papa Francisco, claramente sensible a este tema, ha adelantado la idea de lanzar un estudio sobre las mujeres, lo que viniendo de Roma es al menos tan trascendental como esperar seriamente que Roma haga algo al respecto.

Tres temas en particular medirán la autenticidad –la moralidad- de la respuesta de la iglesia al tema de las mujeres. Los temas de la maternidad, el poder humano y la pobreza son clave para la forma en la que se nos verá en muchos años venideros.
En primer lugar, la cuestión del papel de las mujeres en la iglesia y en la sociedad no es una de las 39 áreas preocupantes que aparecen en el cuestionario (http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=32010) que el Vaticano ha enviado a los obispos de todo el mundo en octubre buscando una respuesta amplia de los católicos a cuestiones relacionadas con la familia. Qué importancia tienen realmente el papel y los derechos de la mujer-como-mujer en la estructuración de la familia? Realmente.

En segundo lugar, la reciente frase del papa sobre las mujeres en un congreso de la Sección de Mujeres del Consejo Pontificio del Laicado (http://ncronline.org/blogs/francis-chronicles/francis-women-called-service-not-servitude) en Roma se centró casi en su totalidad en la maternidad de las mujeres, lo que ocupa –en el mejor de los casos- unos 20 años de la vida de una mujer. La mayoría de las mujeres modernas, según los datos demográficos, viven al menos otros 35 ó 40 años después de que el hijo/a más joven se emancipe.

Y después de eso? Qué papel tiene la mujer entonces? Es la maternidad su único valor, su definición a perpetuidad? Qué hace ella ahora con su talento personal, sus percepciones, su dones que, según nos dicen, se nos han dado para mejorar el mundo? Y cómo compensa el mundo la pérdida de tanta experiencia, inteligencia, y sabiduría de la otra mitad de la raza humana si no se espera que las mujeres contribuyan a estructurarlo, ni se les invita a ello? Pero, sin la aportación de las mujeres, la humanidad ve sólo por un ojo, oye con un oído y piensa con sólo la mitad de la mente humana.

Y se nota: lee los periódicos.
Más aún, porqué una mujer se define por la maternidad tanto si es madre como si no lo es, mientras que un varón se define por su trabajo, su inteligencia, su liderazgo, o su heroísmo, y raramente, si es que alguna vez se hace, se define por su paternidad?

En la famosa entrevista publicada por la revista jesuítica Civilta Catholica el pasado septiembre, el Papa Francisco dice, “tenemos que trabajar con más intensidad para desarrollar una profunda teología de la mujer. Únicamente dando este paso será posible reflejar mejor su función en la iglesia”.

De acuerdo. Pero la cuestión es quién hará este estudio? Los mismos personajes clericales, patriarcales que lo han estado haciendo durante los últimos 2000 años cuando los primeros padres de la iglesia dijeron, entre otras cosas, que las mujeres “tienen la malicia de dragones y de áspides”. O cuando Tomás de Aquino llamó a las mujeres “varones mal engendrados”. Aparentemente no son el patrón de oro de la humanidad. Los teólogos medievales declararon que las mujeres eran por naturaleza sumisas, secundarias en el orden de creación, más emocionales que racionales.
Y hoy, aquí y ahora, el documento del Vaticano mencionado dice “aquellas formas de feminismo hostiles a la iglesia están entre los temas de profunda preocupación”, pero no menciona como materia de preocupación en absoluto el chovinismo machista ni las estructuras del patriarcado.

Hoy todavía la iglesia nunca trata a las mujeres como adultos totalmente independientes, ni mucho menos como plenas discípulas bautizadas de Jesús. Y esto a pesar de siglos de diaconisas, legiones de mujeres santas y cientos de años de religiosas administradoras que construyeron la gran parte de los sistemas de servicios sociales de la iglesia.

Lo más importante de todo, ¿en la antropología, teología y ciencia de qué siglo basarán sus ideas sobre las mujeres ahora? ¿Qué escritores feministas, investigadores feministas, filósofos feministas, científicos, teólogos, y canonistas, tanto varones como mujeres, darán forma a esta teología en esta era?
¿Volverá a ser otra vez “los varones hacen esto” y “las mujeres hacen aquello”, una antropología dual que contempla a las mujeres como cuidadoras y a los varones como los constructores del mundo exclusivamente? ¿Será una antropología que niega, básica y completamente, nuestra humanidad común, nuestra naturaleza humana conjunta? ¿A pesar del trabajo mujeres como nuestras Dorothy Day (1), Raissa Maritain (2), la Madre Jones (3) y Rosemary Haughton (4), líderes nacionales y bona fide teólogas?
Y si es así, ¿qué se puede hacer para ahorrar al mundo tal división?

El hecho es que la religión –todas las religiones- ha sido utilizada para justificar la opresión, la servidumbre, y la invisibilidad de las mujeres siglo tras siglo. Ciertamente, el destino histórico de la religión después de Jesús es arrepentirse en lo que concierne a las mujeres, el catolicismo y el cristianismo entre ellas.
Como resultado de tan pobre estudio del pasado –”religioso” como se habría llamado a sí mismo, posiblemente sincero- en todos los rincones del planeta dos terceras partes de los analfabetos del mundo son mujeres, todavía hoy en este momento, como informa el Fondo de Desarrollo para las Mujeres de las Naciones Unidas. Dos terceras partes de los más pobres entre los pobres del mundo son mujeres. Incluso aquí, incluso ahora. Esto no puede ser un accidente. Esto es una política. Alguien en algún lugar ha decidido que las mujeres necesitan menos, se les debe dar menos, y merecen menos que los varones.

Y todo ello en nombre de Dios.
Para cuando terminen esos apologistas, Dios es el único sexista que queda en la sala.
El Papa Francisco ha ganado el corazón del mundo siendo humilde, sencillo y pastoral –la cara amable y cálida de la iglesia, un hombre como Jesús que es un hombre de los pobres. Pero está claro que nadie puede decir que es para los pobres como lo fue Jesús si no hace nada, nada, nada a favor de la equidad para con las mujeres.

Encararse al clasismo no empieza a resolver los problemas que vienen con el sexismo. Sin embargo, cuando las integrantes de la Conferencia de Liderazgo de las Religiosas (Leadership Conference of Women Religious) se vuelvan a comprometer –como lo han hecho tantas veces en el pasado- a hacer por las mujeres lo que se debe hacer por seguir el Evangelio y por el bien de la iglesia, se llamará “feminismo radical” y serán investigadas por herejía.

La humanidad completa e integral de las mujeres, la antropología humana, y nuestros esfuerzos para erradicar la pobreza están ciertamente entre los temas que medirán tanto a este papado como a esta iglesia, al pasar de una era que toca a su fin a otra era que empieza. De lo contrario, cuando llegue la muerte, podemos estar todos allá para verla.

En 1998, el Papa Juan Pablo II instruyó a los obispos de Michigan y Ohio en sus visitas ad limina a Roma: “La inteligencia y el genio de las mujeres debe ser cada vez más una fuerza vital de la iglesia en el próximo milenio –como lo fue en las primeras comunidades de los discípulos de Cristo”. Lo que, desde mi punto de vista, lleva directamente a la pregunta de la que las mujeres están cada vez más cansadas: si no es ahora –después de 15 años- cuándo?

Joan Chittister es benedictina y colaboradora habitual del National Catholic Reporter

Notas de la Traductora

1. Dorothy Day (1897-1980): Obl.S.B., fue una periodista de Estados Unidos, activista social, oblata benedictina, anarquista cristiana, y miembro devota de la Iglesia Católica. Será conocida gracias a sus campañas por la justicia social, en defensa de los pobres.
2.- Raïssa Oumansoff Maritain (1883 – 1960) fue una poetisa y filósofa Rusa-Ucraniana. Emigró a Francia y estudió en la Sorbona donde conoció al joven Jacques Maritain, también filósofo, con quien se casó en 1904. Ella era judía, pero después de un periodo en el que se consideró atea, se convirtió al catolicismo con su marido en 1906.
3.- Mary Harris, más conocida como “Mother Jones”, (1837 -1930 ) fue una prominente agitadora sindical y comunal. Nacida en Cork, Irlanda, se trasladó con su familia a Toronto (Canadá) aún joven, después de que su abuelo fuera ahorcado por los británicos por su participación en la lucha nacionalista irlandesa. Hasta completar su educación trabajó alternativamente como profesora y costurera en Estados Unidos. Conoció los sindicatos gracias a su esposo, George Jones, un conocido miembro del sindicato de moldeadores del hierro. Interesante resumen de su vida en la página de los Sindicatos estadounidenses http://www.aflcio.org/About/Our-History/Key-People-in-Labor-History/Mother-Jones-1837-1930
4.- Rosemary Haughton (1927-), nacida en Londres, es una teóloga católica laica que reside en los Estados Unidos.

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