martes, 2 de septiembre de 2014

No es el clima, es la desigualdad la mecha de los conflictos.


En las zonas conflictivas, la violencia suele atribuirse al cambio climático. Crédito: UN Photo/Albert González Farran

Por Joel Jaeger

IPS, 2 de setiembre, 2014.- Las discusiones de los últimos años sobre los conflictos derivados de problemas climáticos han variado desde informes sensacionalistas que aseguran que el mundo sucumbirá a las guerras por el agua hasta los que creen que el tema no tiene ningún interés.

El título de cada artículo que trata sobre la relación entre cambio climático y conflicto debería ser: “Es complicado”, según Clionadh Raleigh, directora del Proyecto de Base de Datos sobre la Localización y los Eventos de los Conflictos Armados (Acled, en inglés).
“La relación entre clima y conflicto está mediada por los niveles de desarrollo económico”: Cullen Hendrix


Científicos y expertos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se interesan cada vez más en este asunto, una tendencia que se consolidó en los últimos años, según David Jensen, director delPrograma de Cooperación Ambiental para la Construcción de la Paz, del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente(PNUMA).

“El debate sobre este asunto comenzó entre 2006 y 2007, pero todavía hay una gran brecha entre lo que se discute a escala global y en el Consejo de Seguridad y lo que realmente ocurre en el terreno”, explicó a IPS.

“Numerosos estudios encontraron un vínculo estadístico entre cambio climático y conflicto, pero suelen concentrarse en un área específica y cubrir un breve lapso”, detalló Halvard Buhaug, director del departamento de Condiciones de Violencia y Paz, del Instituto de Investigaciones de Paz de Oslo (PRIO, en inglés), al ser consultado por IPS.
A continuación, un resumen del debate en la comunidad científica: 



Un estudio de Burke etal. (2009) concluyó que el aumento de la temperatura acarrearía un mayor número de muertes en África. Pronosticó que de mantenerse la actual tendencia, morirían unas 393.000 personas en enfrentamientos en África para 2030.

Según Buhaug (2010), la prevalencia y la severidad de las guerras civiles en África disminuyó desde 2002 a pesar del mayor recalentamiento, desafiando la hipótesis de Burke. En su estudio no encontró ninguna evidencia sobre una correlación entre aumento de temperatura y conflictos.

Hendrix y Salehyan (2012) encontraron que las variaciones en las precipitaciones, ya sea que estuvieran por encima o por debajo de lo habitual, se asociaban con todo tipo de conflictos políticos en África.

Benjaminsen et al. (2012) no encontró evidencia como para decir que la variabilidad en las lluvias es un factor sustancial del conflicto de Malí.

En 2013, Hsiang, Burke y Miguel publicaron un metanálisis de 60 estudios sobre el tema en la revista Science. Encontraron que la mayoría de ellos, de distintas regiones, apoyaban la conclusión de que el cambio climático genera y generará mayores niveles de conflictos armados.

En una respuesta en Nature Climage Change,Raleigh, Linke y O’Loughlin (2014) criticaron ese análisis por utilizar estadísticas inadecuadas que ignoran factores políticos e históricos de los conflictos e hicieron hincapié en el cambio climático como un factor causal.“El desafío es definir si esos estudios son indicativos de una tendencia global, más general, y que todavía no se ha documentado”, apuntó.


Buhaug explicó a IPS “que parte del debate público sobre cambio climático y violencia es correcto, pero hay una tendencia lamentable, ya sea desde los investigadores o los medios, a exagerar la contundencia de la investigación científica y a expresar mal la incertidumbre científica”.

“En algunos medios, palabras como ‘puede ocurrir’ se transforman en certezas y el futuro se vuelve lúgubre”, ejemplificó.

Cullen Hendrix, profesor adjunto de la Facultad de Estudios Internacionales Josef Korbel, dijo a IPS que la relación entre clima y conflicto está mediada por los niveles de desarrollo económico.

Es más probable que un conflicto por cuestiones climáticas surja en regiones rurales no industrializadas, “donde una gran parte de la población todavía depende del ambiente natural”, precisó.

En la mayoría de los países de África subsahariana, más de dos tercios de la población trabaja en la agricultura. Un cambio en las condiciones climáticas tendrá consecuencias negativas en la estabilidad. Pero los investigadores enfatizan que es importante no sacar conclusiones precipitadas y asumir que el cambio climático derivará necesariamente en un conflicto.

“Casi todos reconoceremos que hay otros factores como la exclusión política de las minorías perseguidas, desigualdades económicas o la debilidad de las instituciones del gobierno central que son más importantes” que el clima, apuntó Hendrix. “Que no es lo mismo que decir que el cambio climático no incide”, subrayó.

“Cuando tratas de reconstruir comunidades y calidad de vida, no puedes concentrarte en un solo factor de estrés como el cambio climático, debes observar la multiplicidad de factores y construir resiliencia para todo tipo de traumatismos, incluso el cambio climático, pero no exclusivamente”, coincidió Jensen, al comentar las lecciones aprendidas en su trabajo en el PNUMA.

Hendrix espera que la próxima generación de trabajos científicos analice cómo la sequía, las inundaciones, la desertificación y otros fenómenos climáticos impactan en los conflictos “a través de canales indirectos como la pérdida de crecimiento económico o causando migraciones a gran escala de un país a otro”.

Clionadh Raleigh, también profesora de geografía humana en la Universidad de Sussex, cree que las políticas de distribución de tierras suelen ser la fuente real de conflicto, pero su impacto se diluye por un debate sobre cambio climático.

“Si le preguntas a alguien en África ‘¿cuáles son los conflictos aquí?’, es posible que responda algo como el acceso a la tierra y al agua”, ejemplificó. “Pero esto depende casi totalmente de políticas nacionales y locales, por lo que casi no tienen nada que ver con el clima”, remarcó.

Algunos gobernantes han tratado de atribuir al cambio climático las consecuencias de sus propias políticas desastrosas, precisó Raleigh. Robert Mugabe culpó al cambio climático por las hambrunas de Zimbabwe, en vez de a su propia corrupción y políticas de reubicación.

Omar al-Bashir achacó el conflicto en la provincia de Darfur a la sequía, en vez de a la terrible violencia del gobierno hacia una gran porción de la población.

Raleigh atribuye esas explicaciones al llamado determinismo ambiental, una escuela de pensamiento que sostiene que los factores climáticos definen el comportamiento humano y la cultura. Por ejemplo, asume que una sociedad se comportará de una u otra manera según se ubique en un ambiente tropical o templado.

Esa teoría se consolidó a fines del siglo XIX, pero perdió popularidad a raíz de críticas de que fomentaba el racismo y el imperialismo.

A Buhaug le preocupa “la tendencia en las investigaciones, pero en especial en la difusión de estas, a ignorar la importancia de condiciones políticas y socioeconómicas y el motivo y la agencia de los actores”.

Raleigh directamente desearía que desapareciera todo el debate.

“La gente suele interpretar mal lo que ocurre a escala local y nacional en los países africanos y en desarrollo”, explicó. “Simplemente suponen que la violencia es una de las primeras reacciones al cambio social, cuando lo más probable es que sea la cooperación”, subrayó.

La cooperación ambiental ocurre dentro, y entre, los países, según Jensen.

En el ámbito local, “en Darfur, vemos diferentes grupos que se unen para gestionar los recursos hídricos”. A escala global, “se habla mucho de las guerras por el agua entre países, pero suele ser lo contrario, pues hay mucha cooperación entre los estados por los recursos de agua compartidos”, remarcó.

En esa línea, la ONU lanzó en noviembre de 2013 un nuevo sitio en Internet dedicado a las soluciones más que a los problemas y destinado a expertos y trabajadores de campo con la intención de compartir las mejores prácticas para atender conflictos ambientales y el uso de recursos naturales para ayudar a la construcción de la paz, indicó.
Editado por Kitty Stapp / Traducido por Verónica Firme
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Fuente: Servindi

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