domingo, 24 de mayo de 2015

Buda, Marx, Den Xiao Ping.


Honorio Cadarso

China e India acaban de firmar un paquete de acuerdos económicos por valor de 19.200 millones de euros. Hasta ahora, el Elefante indio y el Dragón chino vivían una relación de vecindad más bien tensa, pero entre 1980 y 2015 China ha pasado de una renta per cápita muy baja, idéntica a la de India, hasta superar seis veces la de sus vecinos, la que figuraba como una semicolonia de Occidente es hoy la Segunda Potencia económica del planeta, pisándole los talones a USA.

Lo nunca visto! Un salto económico de la miseria a la opulencia en un poco más de 30 años. El personal critica la escasa calidad de los productos chinos, la explotación de los trabajadores chinos en un régimen de media esclavitud, el alto grado de contaminación de las industrias chinas, etcétera etcétera, la falta de libertad y el escaso respeto a los derechos humanos, la conquista del Tibet….
Diríase que la envidia corroe al resto del mundo. Que el éxito de una experiencia entre marxista-comunista y neocapitalista pone en entredicho la crisis global en que nos ha metido el neoliberalismo y el capitalismo financiero made in USA, Reino Unido, Alemania, Unión Europea y sus fieles seguidores…

Pero ahí están los números. Los trenes del Elefante indio a duras penas logran hacer el recorrido Nueva Delhi-Bombay en 16 horas, mientras una distancia igual entre Pekín y Shangai la cubre el Tren de Alta velocidad en cinco horas, la India tiene la misma destartalada y oxidada red ferroviaria de los años 1940, pero China ha construido en solo diez años la red de alta velocidad más extensa del planeta.

El economista Rohit Diwan, del Banco Asiático para el Desarrollo de Nueva Delhi, señala que hay tres factores especialmente relevantes que han influido en el relativo fracaso económico de la India, comparado con el progreso de la China: Primero, la India es una federación de estados tan independientes entre sí que resulta muy difícil de gobernar; segundo, el mosaico abigarrado de etnias que pueblan este país; y tercero, la pesada influencia de la religión, mejor dicho de las religiones de la India, que en China, gracias al ateísmo impuesto por el régimen de Mao, no supone ningún obstáculo.

A los indios les llenan de satisfacción los elogios de Occidente que califica a su país como la mayor democracia del mundo, su gran héroe el Mahatma Gandhi, sus espiritualidades y sus altas teologías y veneradas antiguas sabidurías. Saben de la adoración que sienten muchos occidentales por sus prácticas ascéticas y místicas. Pero la mayoría de su población vive en la miseria, son parias, o sea esclavos, y acogen en su territorio a las industrias más contaminantes que no quieren tener en casa los países occidentales…

A los chinos parece sentarles bien que les reprochen su incidente de Tiannanmen, su marxismo-maoísmo y todo lo demás. Antes de Mao, eran el culo del mundo, hoy son respetados y temidos, invierten el dinero que les sobra en los cinco continentes.

Hubo un líder religioso hace dos mil y pico de años que, además de predicar el mandamiento del amor, mandó a sus discípulos que sentasen a la multitud hambrienta y le diesen de comer. Y comieron todos hasta hartarse y sobraron kilos de panes y de peces.

¿Andará ese Cristo alimentador de las personas por la China, de la mano de Mao y de Den Xiao Ping? Y sus seguidores católicos que admiran a la India, ¿por qué no le piden a ese Cristo que se dé una vuelta por la India y dé de comer a los parias que agonizan de hambre y miseria al lado del río sagrado Ganges, entre las vacas sagradas que campan a sus anchas por todo el país?

Fuente: Atrio

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