miércoles, 9 de diciembre de 2015

Apocalipsis.



Man kann nicht Christ und Nationalist in einem sein

(Jean Lasserre / Bonhoeffer).

El Apocalipsis es una obra teológica en imágenes. Sus símbolos han trascendido los ámbitos religiosos y han alcanzado importantes expresiones en la cultura, tales como la música, la pintura y la literatura.

El libro del Apocalipsis es una profecía de crítica social a los abusos que se cometieron durante el gobierno del emperador Domiciano, cerca del año 96 d.C. Está escrito en forma de carta, que de repente se vuelca al género de una narrativa fantástica.

No se trata de un escueto anuncio del fin del mundo. Es más bien un llamado a las comunidades de Asia Menor a que tengan esperanza y resistan ante las amenazas y hostilidades que el Imperio romano y sus ciudadanos promueven contra los cristianos y otras minorías.

Dentro de la amplia simbólica del libro, Roma es llamada Babilonia (14,8; 16,19; 17,5; 18,2.10.21), con un ferviente deseo de que sea destruida. Se alude al emperador como la Bestia (13,1), y la ideología del imperio es considerada como un falso profeta (16,12). A ellos se opone la visión del Cordero, León de Judá (5,5) y Jinete sobre un caballo blanco (19,11ss) que anuncia un cielo nuevo y una tierra nueva, en los que se acabará la injusticia de un mundo gobernado por los intereses de muerte (20-21).

Por esto, más que un libro de miedo al fin del mundo, se trata de una invitación a resistir mediante la ética y la liturgia ante las amenazas de los Imperios que destruyen los símbolos de los pequeños pueblos.

Dada la controversia que levantan las malas interpretaciones de este libro, es importante entenderlo dentro de su género literario, conocido como “literatura apocalíptica”.

La literatura apocalíptica es definida como “un tipo de literatura caracterizado por la esperanza ferviente en una salvación futura que pone fin a una experiencia de sufrimiento y humillación nacional” (Ramírez-Kidd).

Este tipo de literatura surge en un momento de crisis nacional en el mundo judío, y propone una manera distinta de comprender la vida. Los narradores apocalípticos ven que la realidad es inhumana, bestial, y anuncian juicio que invierta la situación.

En el Canon Bíblico se conservan dos libros de este género: Daniel y Apocalipsis. Pero existen muchos otros libros apocalípticos judíos, que tuvieron gran influencia en el texto que se conserva en el Nuevo Testamento: Oráculos Sibilinos, Testamento de los Doce Patriarcas.

La visión apocalíptica consiste en hacer interpretación del pasado o del presente del escritor como si fuera algo que va a ocurrir en el futuro. Ejemplo es el Apocalipsis de Abraham, que se escribe después de la destrucción del Segundo Templo en el 70 d.C, pero que simula haberse anunciado en la época del patriarca. De este modo, habla del siglo I como si fuera algo del futuro (Murphy).

Todos los libros apocalípticos son narrativos. Describen la revelación de secretos por parte de un ser celestial a un vidente humano.

La narrativa apocalíptica se ubica en un mundo sobrenatural, arriba o debajo de esta tierra. A veces divide al cielo en niveles, y separa las acciones del relato entre ángeles y demonios, personajes extraños y seres animalescos o telúricos con rasgos humanos. Los cuatro seres vivientes de Apocalipsis 4-5, por ejemplo, aparecen con características de diversos animales, con alas y ojos.

La dimensión temporal de la apocalíptica se ocupa de un futuro visto como juicio inminente. Se anuncian recompensas y las penas Post Mortem, como se narra en Apocalipsis 20.

Este tipo de escritos está caracterizado por la pseudonimia, que consiste en valerse del nombre y la personificación de un antiguo héroe (Enoc, Abraham, Moisés, Esdras) para dar autoridad a su obra. El autor de Apocalipsis se identifica como Juan, pero no dice que sea uno de los apóstoles. De hecho, el libro de Apocalipsis que aparece en el Nuevo Testamento es el único libro de este género que no se vale de un personaje heroico para dar su mensaje, sino de un personaje sencillo, que probablemente sea el pastor de las comunidades a las que escribe (Stam).

El Apocalipsis surge en una situación de crisis, en la que se ha perdido un referente religioso importante (el templo), se han roto las relaciones con el judaísmo y los cristianos se sienten hostigados por el entorno, por lo que ven una persecución que se avecina.

Bajo el reinado de Domiciano, los cristianos comenzaron a ser vistos como una amenaza para el imperio, pues el líder a quién proclamaban había sido ejecutado como un revolucionario por la prefectura romana en Palestina, y los seguidores no aprobaban el culto a los poderes políticos de Roma. Pero no sólo los cristianos eran vistos de esta manera, también muchos grupos judíos y otros movimientos de Asia Menor, que se resistían a servir al César como a un dios. De modo que Apocalipsis es reflejo de la resistencia asiática frente al colonialismo romano (Yarbro Collins).

Así se detecta una marcada contradicción entre las imposiciones de la cultura imperial y la defensa que hacían los pequeños pueblos de sus creencias nativas. Por esto Apocalipsis toma el lenguaje mesiánico acerca de Jesús, pero no lo despolitiza ni espiritualiza, sino que radicaliza las esperanzas sociales del judaísmo mediante una creación literaria que permita esperar la caída de Roma y la instauración de una nueva creación.

En este sentido, Apocalipsis es una obra que legitima y fundamenta, desde la fe, la desobediencia civil. Como otros textos bíblicos (Daniel, Tobías y 1-2 de Macabeos) enseña que, cuando la orden de un monarca es injusta, se hace necesaria la desobediencia.

El lenguaje de la literatura apocalíptica está inmerso en el imaginario de los símbolos bíblicos y en los mitos cosmológicos del Medio Oriente y el Mundo Mediterráneo. El autor no sólo comparte el influjo del mundo judío, sino también el del mundo mediterráneo del Siglo I: la lucha entre las potencias de la vida y la muerte.

En este sentido, la literatura Apocalíptica ve las cosas no como ellas son en su cotidianidad, sino como ellas podrían ser o como se manifiestan en el mundo de los símbolos y de los sueños: bestias y dragones, corderos victoriosos, mujeres dando a luz la esperanza en medio del desierto.

Para la interpretación de sus visiones, se necesita un poco de imaginación literaria y de profundidad psicológica. Como dicen Arens y Díaz Mateos:

No se trata de visiones reportadas sino de la comunicación de un mensaje usando un lenguaje metafórico artístico. No son más visiones que las de los poetas y pintores, entre los que se cuentan no pocos profetas. En lenguaje pictórico el autor comunicaba a sus hermanos, desde la perspectiva de Dios, sus percepciones de la historia que vive, su historia y su curso.

El texto de Apocalipsis en su totalidad debe ser comprendido como una narración mitopoética. Cada acto de lectura que se haga de él es un acto creativo, capaz de instaurar el significado de un modo nuevo:

Podríamos comparar la función narrativa simbólica del Apocalipsis a un prisma que refracta un rico significado en múltiples y diferentes direcciones… en lugar de decodificar las imágenes y símbolos del Apocalipsis o bien la totalidad del libro reduciendo todo a lenguaje lógico, inferencial y proposicional, lo que necesitamos es descubrir cómo opera una imagen o símbolo en el cuerpo total de la simbolización mitológica del Apocalipsis –comenta Elisabeth Schüssler-Fiorenza.

Esta forma de narrar era el estilo más creíble y sentido de aquella época. La narrativa de las siete copas, al igual que los siete sellos y las siete trompetas, son un intento mítico de superar la realidad como contradicción, y de aceptarla con esperanza de cambio.

Con esto, la originalidad de Apocalipsis reside en re-crear y re-interpretar la historia, la situación social y la existencia misma desde la literatura mítica.

Apocalipsis retoma las imágenes del Antiguo Testamento, la literatura apocalíptica y la mitología de las culturas cercanas para recrear sus propios personajes y tramas, con la particularidad de una orientación cristiana, donde el personaje central del Cósmos es Jesucristo, presentado en símbolos cósmicos o telúricos, como león y cordero.

Apocalipsis propone una utopía futura, que espera una transformación total de la situación en términos universales, la cual debe empezar por el juicio de las fuerzas caóticas que han derramado sangre. Su lenguaje evocativo invita a ejercer acciones, tomar actitudes e identificarse con sentimientos de rechazo frente a la imposición colonial y la discriminación religiosa. El sentimiento de fragilidad y la situación de marginalidad de los oyentes son mitigados mediantes una esperanza en la vindicación de los excluidos que les permite tener acceso a información privilegiada y les permite ver su triunfo futuro sobre un imperio invencible.

Pero no deja nunca de ser un texto litúrgico. Celebra para vencer el miedo y saltar hacia la vida, ir en éxodo. Es una invitación celebrativa a arriesgarse, sin temor a las represalias de la cultura impuesta. Llamado a atreverse, a ir más allá de lo posible e imaginar otros mundos, a confiar en una vida que no acaba con la muerte porque rebosa de vida.

Apocalipsis es una parábola de la vida en conflicto: la discriminación social y las restricciones políticas; narrativa con el poder de destruir los símbolos impuestos y crear nuevos mitos en los cuales se habite para resistir. Es un llamado hacia el afuera, a la vida como movimiento, al salto. Liturgia que celebra la esperanza y libera la fuerza cósmica interior que se opone a los poderes del caos que parecieran invencibles.


Juan Esteban Londoño

Juan Esteban Londoño (1982), filósofo y teólogo colombiano. Magister en ciencias bíblicas. Ha realizado estudios de Filosofía y Literatura en la Universidad de Antioquia; de Teología en el Seminario Bíblico de Colombia; y de Ciencias Bíblicas en la Universidad Bíblica Latinoamericana, de Costa Rica. Actualmente es candidato a Magister en Filosofía en la Universidad de Antioquia. Ha publicado los libros El nacimiento del liberador, un sueño mesiánico (2012), Para comprender el Nuevo Testamento (2013), diversos artículos en revistas, como también obras musicales y literarias.

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