sábado, 9 de julio de 2016

El crimen de silenciar al apóstol Pablo (1Tim. 1:9-11).



En la mitología griega Zeus tiene un amante infantil. El dios griego posee un amante casi niño. Se llama Ganímedes (Gr. Γανυμήδης). Algunos escritores sugieren que el nombre significa “alegrándose en la virilidad”. Ganímedes fue secuestrado por Zeus en Frigia. Zeus es simbolizado como un águila que rapta al niño. Ya en el Olimpo lo transformó en su amante y su copero. Todos los dioses admiraban la belleza del joven, excepto la esposa de Zeus, llamada Hera.

Para los romanos existía una especie de amante joven o infantil llamado “catamitus”, palabra que se deriva del personaje griego de Ganímedes. Parece haber consenso en que había una costumbre, entre griegos y romanos, de mantener niños o jóvenes como esclavos sexuales. Más adelante parece entenderse la palabra como un “niño prostituto”, es decir: Un niño cautivo, un niño esclavo que era objeto sexual de sus amos.

En la Fábula de Proserpina de Anastacio Pantaleón de Ribera, quien sirve el vino es un “catamito”

Rieto a tu mesa redonda
quanto néctar, quanto vino
en tartesios Venecianos
te sirve tu Catamito.

El Nuevo Testamento se encuentra inmerso en la cultura grecorromana, esto es importante porque debemos entender que para los escritores del Nuevo Testamento, como para lo primeros cristianos, las costumbres descritas más arriba no eran un secreto, ellos no eran ajenos a la realidad cultural en la que vivían.

Hay un pasaje escrito por Pablo que menciona esta práctica y la prohíbe rotundamente. Sin embargo la mayoría de las traducciones no permiten comprender cabalmente lo que Pablo tenía en mente. Esto sucede al traducir dos palabras del griego del pasaje de una manera no contextual. El resultado de esa traducción no contextual es muy lamentable, ya que ha provocado que este renglón de Pablo haya permanecido casi oculto en su sentido más profundo y, en consecuencia, haya permanecido también oculto el corazón de Dios que nos grita, por decirlo de alguna manera, en contra de una práctica que le duele a él, que rechaza él, que le resulta abominable. La Iglesia entonces, basada en una traducción que se ha alejado del sentido más profundo del texto, se ha alejado también de la defensa contundente de la población más indefensa de todas. Se trata de 1 de Timoteo 1:9-11. Leamos el texto primero en la versión Reina Valera de 1960:


9 conociendo esto, que la ley no fue dada para el justo, sino para los transgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas,
10 para los fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y perjuros, y para cuanto se oponga a la sana doctrina,
11 según el glorioso evangelio del Dios bendito, que a mí me ha sido encomendado.

El texto inicia con la frase “conociendo esto”. Es decir: sabiendo que la ley no se ha hecho para los justos. Los justos son los cristianos, porque para el Nuevo Testamenteo los justos habitan en la caridad (Romanos 5:5) y obran caridad (cf. Gálatas 5:18). Haciendo esa salvedad, Pablo entonces enumera catorce clases de personas injustas. Y las agrupa en una especie de listas conjuntas. Son seis listas de palabras, cada una de ellas con un tema específico en mente, como veremos a continuación.

 1. Transgresores y desobedientes.
 2. Impíos y pecadores. 3. Irreverentes y profanos. 4. Parricidas, matricidas y homicidas. 5. Fornicarios, sodomitas y secuestradores. 6. Mentirosos y perjuros.

Si lo vemos con detenimeinto, parace que Pablo tiene en mente los diez mandamientos de Éxodo 20. Cada una de las listas de injusticias corresponden a una sección del Decálogo. Veamoslo:
Transgresores y desobedientes corresponde al primer mandamiento “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Ex. 20:3).
Impíos y pecadores corresponde al segundo mandamiento “No te harás ídolos” (Ex. 20:4-5).
Irreverentes y profanos corresponde al tercer y cuarto mandamiento “No tomarás el nombre de Dios en vano” (Ex. 20:7) y “No trabajaás el día sábado” (Ex. 20:8).
Parricidas, matricidas y homicidas corresponde a los mandamentos quinto y sexto “Honrarás a tu padre y a tu madre” (Ex. 20:12) y “No matarás” (Ex. 20:13).
Fornicarios, sodomitas y secuestradores correspondería a los mandamientos séptimo y octavo, es decir al rompimiento del mandamiento sobre la sexualidad (Ex. 20:14) y al quebrantamiento de los límites de la propiedad y libertad del prójimo (Ex. 20:15).
Mentirosos y pérjuros corresponde al noveno mandamiento “No darás falso testimonio contra tu prójimo” (Ex. 20:16).

El décimo mandamiento (Ex. 20:17) que versa sobre la codicia, principio de todos los pecados e injusticias, coincidiría con el final que utiliza Pablo en su lista de injusticias de 1 de Timoteo 1:11, cuando dice: “y para cuanto se oponga a la sana doctrina”.

Pablo enlista y agrupa de forma muy ordenada y meditada. Cada palabra la ha elegido para que concuerde, para que coincida, no hay nada al azar, ninguna palabra es arbitraria ni escrita sin haberlo meditado antes. Podemos ver que cada una de las listas de injusticias contienen palabras que tienen un sentido coherente entre sí, incluso podrían ser palabras sinónimas. Observemos que “transgresores y desobedientes” (lista 1) son dos palabras coherentes entre sí, transgredir la ley y desobedecerla es un equivalente. Lo mismo sucede en lo sucesivo, continuando con la lista 2, “Impíos y pecadores” concuerdan en sentido y significado, “irreverentes y profanos” (lista 3) también, siendo que la irreverencia y la profanación podrían usarse sinónimamente. La cuarta lista es también absolutamente coincidente “parricidas, matricidas y homicidas” se podría resumir en “asesinos”.

Pero al llegar a la quinta lista, notamos que algo se rompe en la armonía. No hay coherencia entre todas las palabras. Se rompe de cuajo la forma en que Pablo va construyendo su argumento. Y es aquí donde debemos detenernos. ¿Por qué se rompe la armonía? ¿Por qué no coinciden las palabras? ¿Por qué parecen pertenecer a listas distintas? ¿Por qué no podrían usarse como sinónimos? ¿Qué tienen que ver los secuestradores con los fornicarios? ¿Y qué podrían tener en común los “sodomitas” con los secuestradores? Nada. Sin embargo, si con toda humildad y reverencia nos dirigimos al texto griego del Nuevo Testamento, podemos comprender que Pablo sí hizo bien su trabajo, todas las palabras de la lista número cinco coinciden entre sí. ¿Por qué no sucede eso en la traducción?

Las tres palabras agrupadas en la quinta lista son: pornois (Gr. πόρνοις), arsenokoitais (Gr. ἀρσενοκοίταις) y andrapodistais (Gr. ἀνδραποδισταῖς). Veamos varias traducciones:

La King James Version las traduce “For whoremongers, for them that defile themselves with mankind, for menstealers” Lo que se puede traducir como “Proxenetas (o el que usa prostitutas), los que se profanan a sí mismos con otros, ladrones de hombres”.

La New International Version traduce “the sexually immoral, for those practicing homosexuality, for slave traders”. Es decir: “inmorales sexualmente, homosexuales, traficantes de esclavos.

Así que podemos ver que no existe un consenso en las traducciones. Eso quiere decir que estas palabras no han sido de fácil traducción. La primera de ellas “pornois” deriva del verbo “pernemi” que significa “vender” y puede significar alguien que se prostituye, alguien que prostituye a otra persona o alguien que paga por sexo. Esta ultima acepción es la que derivaría en nuestra noción de “fornicario”.

La tercera palabra del texto es “andrapodistais” y al parecer los traductores no han tenido dificultad en coincidir en su significado. La grandísima mayoría de las versiones la traducen por “secuestrador” o por “traficante de humanos”.

Hemos dejado para el final la segunda palabra del texto para poder detenernos más en ella. La palabra es “arsenokoitais” y está compuesta por la palabra griega para “macho” (arseno) y la palabra griega para “camas” (koitai). Literalmente “macho encamador” O alguien que introduce forzosamente a otra persona en su cama. Si Pablo quería que todas las palabras tuvieran un sentido común, una coherencia conceptual, el griego no nos decepciona. Las tres palabras cobran un sentido coherente ahora. La primera tiene que ver con la práctica del proxenetismo, la segunda con la violación o el abuso sexual y la tercera tiene que ver con el secuestro, el tráfico o la esclavización. Las tres palabras son abusos contra personas. De hecho, las tres palabras coinciden en la supresión de la libertad de las personas. Esta ultima coincidencia nos debe remitir al concepto ya mencionado del “catamita” o niño secuestrado o esclavizado para fines sexuales. Lo cual tendría mucho sentido en el entorno de la quinta lista que hace Pablo. La primera palabra tiene la noción de violentar la libertad de las personas mediante la prostitución, la segunda palabra nos remite a la violación de la libertad de un menor de edad, esclavizándolo para fines sexuales, la tercera describe el tráfico de personas con el fin de venderlos como esclavos. En la época de Pablo era común que los hombres poseyeran niños esclavos, quizás hijos de sus esclavos, que eran considerados una especie de mascota y a los cuales tenían derecho a explotar sexualmente. A esta practica se le llama hoy en día “pederastía”.

“Proxenetas, violadores de niños y traficantes de humanos” Ahora el texto adquiere una reveladora coherencia, un profundo y alarmante sentido. El corazón de Dios se rompe y grita en contra de estas cosas. Y Pablo grita con Dios, incluso rompiendo lo que era considerado normal en la cultura grecorromana.

Si esto es así, es doblemente confirmatorio cuando regresamos al marco ideado por Pablo para hacer coincidir su lista de injusticias con el Decálogo. La quinta lista coincidiría con los mandamientos séptimo y octavo. El séptimo tiene que ver con las prácticas de fornicación o adulterio, que generalmente se daban en contextos de prostitución, sagrada o profana (Ex. 20:14) y, con toda sorpresa podemos notar que el octavo mandamiento tiene que ver con el hurto (Ex.20:15). El texto de Pablo nos habla del proxeneta que hurta humanos con fines sexuales comerciales; de niños hurtados, secuestrados, para ser esclavos sexuales (catamitas); y del hurto o tráfico de humanos con fines esclavizadores.

En el mundo, cada año más de 3 millones de humanos son víctimas del tráfico de personas. El 80% de los que sufren este tipo de esclavitud moderna en el mundo son mujeres y niñas y ya se ha convertido en el segundo negocio clandestino más lucrativo del mundo, solo por detrás del tráfico de armas y drogas. Según el último índice de Walk Free Foundation (WFF) sobre la trata de personas en el mundo nada menos que 29,8 millones de personas viven como esclavos.

Es momento de ponerle atención a los gritos de Dios, a los gritos de Pablo, y hacer que la Iglesia grite con ellos. Que la Iglesia trabaje en la protección de las víctimas más indefensas de la humanidad: los niños y las niñas.

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