sábado, 3 de junio de 2017

¿Quo vadis, Brasil?: la crisis como oportunidad.



PROCONCIL
Estimado/a amigo/a:

Esta meditación y propuesta local sobre la gravísima situación de Brasil, que hace el obispo emérito de Jales, Dom Demetrio Valentini, además del valor como reflexión que puede entrañar para la nación brasileña, bien puede ser útil para otras situaciones, en las que al vernos desbordados por la oscura realidad que emerge y que parece amenazar la paz social con justicia y dignidad, tuviéramos la tentación de huir, de buscar un lugar más seguro, o de mirar hacia otro lado, como si lo que ocurre fuera un mal inevitable, ajeno a nosotros.
Más allá de la salida concreta a nivel político que propone para el país, nos invita a tomar “el toro por los cuernos” y a sentirnos protagonistas de las decisiones que se tomen en nuestro alrededor y que afectan gravemente a los ciudadanos.
Tiene también el valor de mostrarnos cualquier crisis -por grave que sea- como oportunidad para analizar a fondo la circularidad de las causas y consecuencias de un hecho o de una situación e implicarse en la regeneración moral y práctica de una sociedad.



Quo vadis, Brasil?”.- Mons. Demetrio Valentini – Obispo Emérito de Jales

Estamos viviendo momentos decisivos para Brasil. Está en riesgo su futuro de nación soberana. Se hace urgente revertir la dinámica de deterioro de los poderes establecidos, y de la contaminación de los efectos de la corrupción que se ha tomado cuenta de las esferas gubernamentales, y que se va diseminando en la propia sociedad.
La nación quedó atónita y aterrorizada ante la revelación de actos de corrupción practicados con desenvoltura, involucrando a gobernantes y empresarios, implicando grandes sumas de recursos financieros, colocando dinero público al servicio de intereses particulares.

La gravedad mayor es percibir que la corrupción se ha convertido en asunto de conversaciones amenas entre políticos y empresarios, como si ella ya tuviera derecho de ciudadanía, y formara parte normal de la convivencia entre ciudadanos.
Ante esto, hay que superar la tentación del desánimo. Es urgente enfrentar los desafíos que se plantean ante nosotros.

Este contexto trae a la mente la conocida leyenda de Pedro huyendo de Roma, escapando de las atrocidades del emperador Nerón. Cristo intercepta el camino de la fuga. Y lanza la pregunta que vale para Brasil en este momento: “¿Quo vadis?” ¿A dónde vas, Brasil?

No es el caso de tomar el camino de la fuga. ¡Urge enfrentar los desafíos!
Con claridad se dibujan por delante dos etapas. Primero, superar el impasse en que se encuentra la actual presidencia. A continuación, realizar una amplia reforma política para refundar la nacionalidad brasileña.

En cuanto a la primera etapa, ¡vamos a ser francos! El actual gobierno no tiene más condiciones de gobernar el país. No basta con que un presidente tenga legitimidad. Es necesario que tenga un mínimo de credibilidad. Ya no tiene. Que se accionen los dispositivos constitucionales previstos para situaciones semejantes a ésta, y se proceda a la formación de un nuevo gobierno.

La segunda etapa es más compleja. En consonancia con los avances consolidados en la constitución de 1988, es necesario proceder a una amplia reforma política, que venga a sanar los equívocos que los años han ido constatando.

No podemos perder la oportunidad que nos proporciona la gravísima crisis actual. Que se presenta como la última oportunidad de Brasil de retomar su identidad histórica, de gran nación capaz de conducir soberanamente sus destinos, e insertarse con responsabilidad en el contexto de las naciones.

Las cuestiones planteadas son de tal monta que se requiere la convocatoria de una asamblea nacional constituyente, con la competencia exclusiva de hacer los cambios políticos que quedaron atascados en la constitución de 88.

Entre tantas providencias, se hace necesario revisar la representatividad del Congreso Nacional. Que carga con vicios que han sido injertados desde el tiempo de la dictadura militar, cuando se modificó la proporcionalidad de la representación de los Estados, con miras a garantizar la mayoría necesaria para salvaguardar la fachada democrática de un Congreso que necesitaba estar sumiso al poder ejecutivo.

Es indispensable reducir el número de diputados.

No se puede continuar con una legislación electoral que pervierte la finalidad de los partidos.
La financiación de las campañas electorales debe modificarse.
Pero sobre todo hay que encontrar caminos para que la ciudadanía brasileña pueda expresar, de manera orgánica y permanente, su voluntad soberana sobre todos los asuntos relevantes de la vida nacional.

Para unificar estas dos etapas propuestas, integrándolas en un amplio abanico de acciones, el nuevo gobierno que se constituya tendrá su incumbencia más importante en convocar y preparar la asamblea constituyente, para que se proceda cuanto antes a elecciones generales con incumbencias bien definidas y articuladas.

Los momentos de crisis pueden ser fatales. Pero pueden también transformarse en oportunidad para la superación de impasses que parecen imposibles de resolver.

Que la gravedad de la crisis que estamos viviendo nos lleve a retomar los rumbos del destino histórico de nuestra Patria. Depende de nuestra acción consciente y articulada.

Por la vocación de Brasil, vale la pena recuperar la esperanza y reanudar la causa de la regeneración de nuestro país.

Traducción: Emilia Robles

(28/05/17)

“Quo vadis, Brasil?”
Dom Demétrio Valentini – Bispo Emérito de Jales

Estamos vivendo momentos decisivos para o Brasil. Está em risco o seu futuro de nação soberana. Faz-se urgente reverter a dinâmica de deterioração dos poderes estabelecidos, e da contaminação dos efeitos da corrupção que tomou conta das esferas governamentais, e que vai se disseminando na própria sociedade.

A nação ficou atônita e estarrecida, diante da revelação de atos de corrupção praticados com desenvoltura, envolvendo governantes e empresários, implicando grandes somas de recursos financeiros, colocando dinheiro público a serviço de interesses particulares.

A gravidade maior é perceber que a corrupção se tornou assunto de conversas amenas entre políticos e empresários, como se ela já tivesse direito de cidadania, e fizesse parte normal do convívio entre cidadãos.

Diante disto, é preciso superar a tentação do desânimo. Urge enfrentar os desafios que se colocam diante de nós.

Este contexto traz à mente a conhecida lenda de Pedro fugindo de Roma, escapando das atrocidades do imperador Nero. Cristo intercepta o caminho da fuga. E lança a pergunta que vale para o Brasil neste momento: “Quo vadis?” “Para onde você vai, Brasil?”

Não é o caso de tomar o caminho da fuga. Urge enfrentar os desafios!

Com clareza se desenham pela frente duas etapas. Primeiro, superar o impasse em que se encontra a atual presidência. E em seguida, realizar uma ampla reforma política para refundar a nacionalidade brasileira.

Quanto à primeira etapa, vamos ser francos! O atual governo não tem mais condições de governar o país. Não basta um presidente ter legitimidade. E´ preciso que tenha um mínimo de credibilidade. Ele já não tem. Que se acionem os dispositivos constitucionais previstos para situações semelhantes a esta, e se proceda à formação de um novo governo.

A segunda etapa é mais complexa. Em sintonia com os avanços consolidados na constituição de 1988, é preciso proceder a uma ampla reforma política, que venha sanar os equívocos que os anos foram comprovando.

Não podemos perder a oportunidade que nos proporciona a gravíssima crise atual. Pois ela se apresenta como a última chance do Brasil retomar sua identidade histórica, de grande nação capaz de conduzir soberanamente os seus destinos, e se inserir com responsabilidade no contexto das nações.

As questões levantadas são de tal monta que se requer a convocação de uma assembléia nacional constituinte, com a competência exclusiva de fazer as mudanças políticas que ficaram emperradas na constituição de 88.

Entre tantas providências, faz-se necessário rever a representatividade do Congresso Nacional. Ele carrega vícios que foram enxertados desde o tempo da ditadura militar, quando se modificou a proporcionalidade da representação dos Estados, com vistas a garantir a maioria necessária para salvaguardar a fachada democrática de um Congresso que precisava estar submisso ao poder executivo.

É indispensável reduzir o número de deputados.
Não se pode continuar com uma legislação eleitoral que perverte a finalidade dos partidos.
O financiamento das campanhas eleitorais precisa ser modificado.
Mas sobretudo é preciso encontrar caminhos para a cidadania brasileira expressar, de maneira orgânica e permanente, a sua vontade soberana sobre todos os assuntos relevantes da vida nacional.

Para unificar estas duas etapas propostas, integrando-as num amplo leque de ações, o novo governo a ser instalado terá sua incumbência mais importante em convocar e preparar a assembléia constituinte, para que se proceda, o quanto antes, a eleições gerais com incumbências bem definidas e articuladas.

Momentos de crise podem ser fatais. Mas podem também se transformar em oportunidade para a superação de impasses que parecem impossíveis de resolver.

Que a gravidade da crise que estamos vivendo nos leve a retomar os rumos do destino histórico de nossa Pátria. Vai depender de nossa ação consciente e articulada.

Pela vocação do Brasil, vale a pena recuperar a esperança e retomar a causa da regeneração de nosso país!

Esperamos que este artículo sea de su interés e invite a la reflexión sobre otras realidadades más cercanas a cada cual.

Un abrazo fraterno
Emilia Robles

No hay comentarios:

Publicar un comentario