viernes, 9 de febrero de 2018

Policías españoles tras las huellas de la limpieza étnica en República Centroafricana.


ALBERTO ROJAS 
Enviado especial 
Bangui 

Puede que esta guerra no sea como las demás. Hay muchos elementos en común con otros conflictos sangrientos de la región: muertos que nadie cuenta, pueblos arrasados, comunidades en huida permanente y miles de mujeres violadas. Pero puede que también haya algo diferente y necesario para cerrar todas las heridas cuando las armas callen: culpables. Para acabar con la impunidad que ha reinado en República Centroafricana durante sus cinco años de guerra hace falta ciencia forense. Determinar quién puso en marcha una limpieza étnica de proporciones aún desconocidas, basada en un odio religioso inventado y quién está abonando el interior del país con enormes fosas comunes.

Cuatro agentes de la policía científica española se encargan de esta labor desde diciembre de 2016. Son Ricardo, Sergio, María y Francisco y sus misiones, a veces sin recursos y con enorme riesgo porque la guerra continúa, los han llevado a casi todos los rincones del país. "Antes de llegar nosotros la situación era catastrófica, con una ausencia total de materiales. No podemos realizar nuestro trabajo en condiciones normales. Ante todo debemos tener protección y eso limita la posibilidad de actuación muchísimo. No es fácil trabajar realizando una inspección, con chaleco, casco y pendiente de nuestra seguridad", dice Sergio Sanvicente, uno de los agentes desplegados en Bangui.

¿Cómo determinar que un muerto es fruto de un homicidio y no de una acción de guerra? ¿Cuándo es una acción en combate y cuándo una ejecución a sangre fría? ¿Quién asesina y entierra a poblados enteros en medio de la selva? El equipo de cuatro españoles opera bajo el paraguas de la misión de Naciones Unidas (Minusca) y trabaja en sus dependencias, a pocos metros del grupo de militares españoles que ayudan en la formación del ejército nacional centroafricano. Estos cuatro hombres han recogido el testigo de un inspector jefe español que estuvo dos años al frente de la unidad de investigación en Bangui.

El espacio de trabajo es un container blanco con cuatro mesas. En una pared alguien ha desplegado un gran mapa de un país que sólo existe sobre el papel lleno de indicativos bien visibles de fosas comunes, hospitales atacados o lugares en los que se han cometido otras matanzas.

Equipo de la policía científica española desplegado en Rep. Centroafricana bajo bandera de la ONU. PTS MINUSCA


Cuando llegaron se encontraron con un único especialista forense procedente de Níger para un país en el que se han cometido y se comenten gravísimos crímenes de guerra. Imaginen un conflicto con decenas de miles de muertos e incontables fosas comunes desperdigadas por sus caminos de tierra roja sin nadie que se ocupara de hacerles hablar. Eso es República Centroafricana.

"En diversas partes del país la autoridad del estado no existe y es la ONU quien ejerce de policía local. Está establecido un procedimiento llamado Medidas temporales de urgencia que nos faculta a detener, investigar y realizar los procedimientos oportunos. Se realiza el atestado y se pone a disposición de las autoridades judiciales centroafricanas. Además, apoyamos así a la Corte Penal Especial que se está implantando en el país (dependiente de la Corte Penal Internacional), que quiere procesar y enjuiciar a los autores de los delitos de lesa humanidad que se han producido en estos últimos años", afirma Sanvicente.

Este grupo de policías, que reside en una casa de alquiler fuera de cualquier complejo cerrado, buscó desde el principio mezclarse con la población local y aprender el idioma local, el sango, para ganarse apoyos y agilizar gestiones. "Lo que más nos ha impresionado son los pueblos abandonados y quemados, uno detrás de otro. Verlos así, sabiendo que días atrás había cientos de personas en ellos viviendo su vida te sobrecoge", dice Sanvicente. Fuera de la capital van escoltados por los cascos azules por la ausencia de seguridad y la presencia de milicias.


"Hemos realizado múltiples misiones por todo el país, para investigar ataques indiscriminados a la población por los diferentes grupos armados de un bando y de otro, como por ejemplo ataques a convoyes de las Naciones Unidas, centros hospitalarios donde se ha asesinado a pacientes, poblaciones enteras quemadas y su población huida", comenta.

Una de las fosas en las que practicaron inhumaciones fue en Boali, a 100 kilómetros de Bangui, donde colaboraron con el prestigioso Equipo Argentino de Antropología Forense, célebre por sus exhumaciones e identificaciones de los soldados argentinos en las islas Malvinas. Los huesos recuperados de 12 cuerpos fueron enviados a Madrid para su estudio en el laboratorio de la Comisaria General de Policía Científica, con la colaboración de la División de Cooperación Internacional.



Restos humanos de ejecutados recuperados de una fosa común en Boali. PTS MINUSCA


En diciembre de 2012 una coalición de milicias que pedían mayor inversión del estado en el norte del país comenzó una rebelión armada que se extendió a toda velocidad hasta la capital. 15.000 hombres fuertemente armados y apoyados por mercenarios de Chad o Darfur saquearon todo lo que pudieron y entraron en Bangui a sangre y fuego. La mayoría de ellos eran musulmanes del norte.

La población de la zona sur, cristiana en su mayoría, creó sus propias milicias, llamadas Antibalaka. El conflicto viró hacia guerra religiosa y las matanzas se multiplicaron. Muchos musulmanes fueron masacrados en zonas cristianas y los muchos cristianos sufrieron la misma suerte en territorios controlados por los musulmanes. La venganza activó la limpieza étnica. Ahora estos policías miden las proporciones de la carnicería en medio de una situación de criminalidad. Casi todo el mundo tiene un arma y la gente pasa enormes privaciones. Los grupos armados se están convirtiendo en mafias saqueadoras de recursos naturales por todo el país.


"Las fosas son fruto de enterramientos de la propia población, que entierra a los asesinados para evitar la proliferación de enfermedades. Otras veces los perpetradores usan los pozos de agua para ocultar los cuerpos", cuenta Sanvicente.


¿En qué puntos del país se han producido esas matanzas?


- En todo el país en mayor o menor medida, pero en el centro y el este del país se han dado muchísimas más acciones violentas.


- ¿Hay ejecuciones masivas a sangre fría?


- Sí. Se ha acreditado mediante hechos objetivos.


Su labor en territorio centroafricano va más allá de la búsqueda de pruebas. Estos cuatro agentes, con ayuda de un gendarme francés, está formando a una nueva unidad local de Policía y Gendarmería, llamada UMIRR, que se dedica a combatir los delitos contra mujeres y niños, los más perjudicados por el conflicto. En realidad, el nivel policial de los agentes centroafricanos es tan bajo, y tan numeroso el historial de abusos, que hay que enseñarles a ser policías desde el principio.


Estos cuatro agentes han sido consejeros para la adquisición de todo tipo de material necesario para poner en marcha no la actividad forense que nunca existió en el país. Todo lo ha pagado el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo). Cuando lo reciban, tienen que poner en marcha las unidades centroafricanas especializadas con una formación específica que ya tienen diseñada. "Nuestra intención es poner en marcha laboratorios a nivel nacional, siempre con los medios que tenemos y teniendo en cuenta las limitaciones de este país", comenta Sanvicente.


Desde su llegada han tenido que participar en todo tipo de cuestiones, como la investigación de la muerte de un casco azul senegales, ametrallado fuera del recinto militar y fuera de su horario. "Los españoles realizamos la investigación técnica y los investigadores se pusieron con los interrogatorios. Con toda esta información se pudieron determinar las circunstancias del ataque de forma objetiva para identificar a los presuntos autores. Sin entrar en detalles, esta investigación desmontó muchas teorías sobre este asesinato".

Fuente: elmundo.es

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